Memorias de la infancia

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Nala era una cachorra muy fuerte, valiente y decidida, podría ser muchas cosas, pero su gran debilidad era el sueño, una vez que está dormida es muy difícil de despertarla,
Si no la despierta alguien más ella se queda dormida hasta que su cuerpo la despierte y eso no es precisamente muy rápido.
Nala escuchaba su nombre, el sueño no le permitía poder siquiera abrir los ojos, sin embargo, la voz se empezó a volver más fuerte.
—Nala—dijo Sarafina
Nala abrió los ojos rápidamente.
— ¿Qué sucede mamá?—Preguntó Nala adormilada
Sarafina soltó un suspiro.
—Nala ya levántate—respondió Sarafina
Nala cerró los ojos de nuevo.
— ¿Porqué tan temprano?—Preguntó Nala—eso era algo que siempre preguntaba Nala
—Ya es tarde, debes comer algo antes de que viajemos—dijo Sarafina
—Pero aún quiero dormir—dijo Nala
—Lo se pero ya debes levantarte—dijo Sarafina
Sarafina tenía a Nala entre sus patas, en ese momento tenía 9 años, era muy pequeña.
—Mamá, por favor espera un momento—dijo Nala
Sarafina sonrió, la leona abrazó a Nala.
—Hija, mientras más rápido lleguemos allá más rápido podrás dormir—dijo Sarafina
Nala abrió los ojos lentamente.
—De acuerdo—dijo Nala
—Te amo hija—dijo Sarafina
—Y yo a tí mamá—dijo Nala
Sarafina colocó a Nala en el suelo y se levantó, Nala hizo lo mismo.
Nala estiró sus patas y el cuerpo.
— ¿Y adónde iremos exactamente?—Preguntó Nala tallando un ojo con una pata.
—Es un lugar donde no tendremos que volver a vivir solas—dijo Sarafina
Nala se quedó observando a su madre un momento.
—Me habría gustado que tu padre viniera con nosotras—dijo Sarafina desanimada
Nala entendía el porque del dolor de su madre, hace poco tiempo lo contó que su padre desapareció semanas antes de que ella naciera, por lo tanto jamás lo conoció. Por como contaba las cosas Sarafina, parecía que si lo amaba mucho.
Sarafina limpió con su pata una lágrima que empezó a caer de sus ojos.
—Ya no importa, ya no podemos hacer nada—dijo Sarafina
Nala asintió ante el comentario de Sarafina, para intentar estar de su lado y que se calmara un poco.
—Debió ser una gran persona—dijo Nala
—Ahh—suspiró Sarafina—claro que lo fue, me enamoré tanto de el que aún no puedo superar que ya no esté
Nala volteó a ver al suelo con una expresión de tristeza.
—Bueno, creo que será mejor que nos apresuremos—dijo Sarafina mientras se levantaba y salía de la cueva
Sarafina salió de la cueva, se fue a cazar al campo.
Nala realmente imaginaba como era su padre, según lo que dice su madre fue una gran persona, por esa razón a Nala le daba tristeza ver a su madre tan dolída, ella quisiera poder hacer algo.
Nala sintió una pequeña brisa mover su pelaje, el sol era fuerte.
Nala se echó y se quedó observando el cielo, las nubes se movían lentamente. En ese momento se postró en el lugar un silencio inmenso, solo se escuchaba los sonidos de los animales.
Después de un rato, Sarafina apareció con un antílope. Las dos leonas comieron la comida para luego comenzar el camino hacia el nuevo lugar donde vivirán.
Sarafina tomó a Nala del cuello con su boca y comenzó su camino hacia el lugar.
Ellas pasaron caminado unos 30 minutos hasta que llegaron a la roca del rey.
—Es un lugar muy grande—dijo Nala
—Así parece—dijo Sarafina
Sarafina dejó a Nala en el suelo y caminó hacia adentro del lugar.
—Esperame aquí Nala, ahora vuelvo—dijo Sarafina
Nala se sentó en la entrada a la Roca del Rey.
Después de unos 10 minutos, Sarafina salió y llamó a Nala para que entrara.
Nala se levantó rápidamente y se fue caminando hacia arriba. Al llegar su madre la recibió.
—Nala, te presento a la familia real, ellos son los que gobiernan todas las praderas y el es su hijo...Simba—dijo Sarafina
Nala quería decir hola pero los nervios no se lo permitían.
—Hola—susurró Nala
—Hola Nala, es un placer poder recibirte a ti y tu madre—dijo Mufasa
—Les agradezco mucho que nos permitan vivir aquí—dijo Sarafina
Nala se quedó observando a Simba, le parecía muy peculiar.
Simba la volteó a ver, Nala se volteó rápido hacia otro lado, Simba empezó a caminar hacia Nala. Los reyes hablaban con Sarafina.
Nala se sentía muy nerviosa, sabía perfectamente que si Simba le decía algo no podría responder.
—Hola Nala, es un gusto conocerte—dijo Simba
—Ho.....hol.....hola—dijo Nala
Simba soltó una pequeña risa.
—Pareces ser tímida—dijo Simba
Nala respiró profundo.
—Bueno, no soy así siempre sabes—dijo Nala
—Claro, eso es seguro, bueno ¿De dónde vienes?—Preguntó Simba
—No nos quedamos en un solo lugar, siempre nos mantenemos en movimiento—dijo Nala
—Debe ser agotador—dijo Simba
—La verdad no es cansado cuando te acostumbras a eso—dijo Nala
Nala se sentía muy tranquila hablando con Simba, el no era alguien que la presionaba con preguntas difíciles, le caía muy bien.
—Me caes bien—dijo Simba
—Tambien me caes bien—dijo Nala
Simba volteó a ver hacia atrás y luego regresó la mirada a Nala.
—Bueno..... ¿Quieres ser mi amiga?—Preguntó Simba
Nala asintió rápidamente.
—Claro que sí, me está gustando estar contigo—dijo Nala
—Que bien—dijo Simba
Simba se quedó observando a Nala por un momento.
—Tus ojos son muy bonitos—dijo Simba
— ¿A sí? ¿De que color son?—Preguntó Nala
—Son azules, un azul muy intenso—dijo Simba
—Tus ojos son muy bonitos también—dijo Nala
En eso Sarafina llegó con Nala.
—Lamento interrumpir pero tengo que hacer unas cosas con Nala, gusto en conocerte Simba—dijo Sarafina
—Adios Simba, espero verte pronto—dijo Nala
—Igualmente—dijo Simba—es una chica muy genial
Nala caminaba con Sarafina, ellas estaban explorando la roca del rey.
—Te llamé porque tenemos que conocer el lugar, nos va a ser de mucha ayuda—dijo Sarafina
—Entiendo, es importante—dijo Nala
—Veo que te llevas bien con Simba—dijo Sarafina
—Oh claro que sí, espero volver a verlo, me cae muy bien—dijo Nala
Sarafina soltó una pequeña risa, ella quería desde hace mucho tiempo que Nala tuviera amigos.
Las dos leonas conocieron hasta la parte trasera de la roca del rey.
En el camino Nala se encontró con dos cachorras las cuales eran Tama y Kula, se volvieron amigas también.
Para el atardecer, Nala se fue con su madre a la cueva donde van a dormir desde ese momento.
Sarafina conoció mejor a Sarabi, la cual se volvió una buena amiga de ella.
Nala se sentía feliz, era un lugar muy hermoso, ella sabía que ese sería su hogar, tenía todo lo que se necesitaba. Aparte de eso conoció a Simba, Tama y Kula, los cuales fueron muy amables con ella.
En la noche, Sarafina se acomodó al lado de unas leonas, puso a Nala entre sus patas.
Nala comenzó a dormirse, recordando que ese era su nuevo hogar, el que sería para siempre.

El Rey León 2: La Historia de NalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora