Capítulo 30

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Entramos en la sala donde se iniciará la reunión. Nos sentamos en la gran mesa alargada de madera brillante, quedando justo a la derecha de Thiago. Abro el ordenador sin abrir mi boca y le doy al botón de encender. Espero paciente a que el ordenador se actualice.

Se ha acostado con Carolina. El muy gilipollas se ha acostado con ella. No pienso consentirlo. Yo no soy el segundo plato de nadie. No volveré a acostarme con él. Es más, no dejaré que ponga un solo dedo en ninguna parte de mi cuerpo porque, si lo intenta, le patearé las pelotas y los meteré en un tarro de cristal con metanol y etanol para guardaros eternamente. Y vaya si lo hago.

-¡Mel! ¿Me escuchas? – Thiago logra apartarme de mis pensamientos, aunque no puedo evitar mirarle con el rostro enfurecido. – Anota lo más importante.

Asiento con la cabeza.

Cinco horas. Cinco puñeteras e infinitas horas de reunión. Tengo hasta el culo dormido. Trescientos minutos escuchando hablar chino mandarino, números romanos y casi interpretando el lenguaje del antiguo Egipto. Cinco horas luchando por no bostezar hasta desencajar mi mandíbula y, dicho así, no da entender todo lo aburrido que ha llegado a ser. Si me tengo que quedar con la parte buena, esta sería el sándwich vegetal que nos ofrecieron a media mañana acompañado de un café. Dios del amor hermoso.

Meto el ordenador dentro de su maleta y amontono de nuevo todas las carpetas e intento organizarme mejor si no quiero perder los brazos como las muñecas de bajo precio.

-Son pasadas las dos – me informa Thiago observando su reloj de cuero negro. – Comeremos en el restaurante de aquí abajo.

- Tengo mi tupper preparado – le explico sin dirigirle la mirada mientras intento recoger todas las carpetas esparcidas sobre la brillante mesa de anuncio.

Puedes ignorarlo, Mel. Claro que puedes.

Soy consciente que estoy siendo muy brusca con mis movimientos, pero es algo que no puedo suavizar cuando en mi interior existe un monstruo deseando despellejar al imbécil que tengo justo a mi lado. Respira hondo, Mel.

-No tenemos tiempo para llegar a la oficina y comer.

Resoplo intensamente. Es un idiota. Es un gilipollas. Es un mamón. Pero también es mi jefe.

-Está bien – contesto ásperamente sin dejar de recoger.

Camino con los archivos en brazos. Thiago a cogido la gran mayoría y parece que ahora está de mejor humor. Una pena, ahora soy yo quien gruñe a cada paso.

Entramos en el restaurante y nos sentamos en una mesa para dos. Es pequeño y está completo, aún así el silencio reina. Thiago me mira con el ceño fruncido y yo hago ver que no existe. PORQUE NO EXISTE. Leo mi carta en el más estricto silencio. Sé que ahora debo lucir arrugas en la frente, me suele pasar cuando estoy enfurecida, nivel: te muerdo la yugular.

-¿Qué te pasa?

Alzo la mirada y veo que inclina su cabeza hacia un lado mientras me penetra con sus enigmáticos ojos. Buena pregunta. Con gran esfuerzo retiro de nuevo mi mirada.

No es una infidelidad, lo sé. No teníamos ninguna relación. No éramos nada. Pero me ha dolido. No puedo decir cuanto ni con que profundidad, pero me ha jodido mucho. No quiero esto. No quiero estar con alguien que puede estar con mil personas más. Bueno, mil es obvio que no, pero con otra persona.

Lo que más me daña, es imaginar que besa y toca a otra mujer. Eso, joder, duele.

-¿Qué me pasa? – pregunto dejando la carta bruscamente en la mesa y cruzando los brazos. Es un poco en plan: No sé, dímelo tú.

HUYENDO DEL AMOR SD#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora