𝐋𝐎𝐒(𝐕)𝐄 | ❝ Han pasado 14 meses desde la muerte de Eddie Kaspbrak, los perdedores restantes han aprendido a sobrellevar sus vidas después de ese atosigante suceso pero el único que parece no superarlo es Richie Tozier.
Lo extrañaba, joder, lo...
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El estremecedor estruendo de un relámpago lo despertó de su acelerado sueño. Las tenues gotas de sudor lo envolvían completamente mientras su corazón pareciera querer salir de su pecho, eso se sintió tan real.
Richie Tozier llevaba meses soñando lo mismo.
Con Eddie.
Su radiante sonrisa, la suavidad de su cabello, la manera inquieta en que paseaba de un lado a otro cuando estaba pensativo. Y aunque hubiera deseado que sus sueños sólo estuvieran basados en las cosas buenas de Eddie —porque Richie siempre creyó que todo lo que era Eddie era bueno— había algo que lo hacía creer lo contrario.
Su muerte.
Richie no podía aceptar que la muerte de Eddie era buena, y era algo que nunca aceptaría así transcurrieran los años.
Su cuerpo volvió a respingar cuando un segundo relámpago se escuchó fuera del perímetro de lo que llamaba casa «aunque llevara viviendo más de 10 años ahí, nunca se sintió como un verdadero hogar» y observó cómo la lluvia comenzaba a caer golpeando contra su ventana.
Busco con la mirada el reloj digital que permanecía en su velador derecho el cual marcaban las 4:32 a.m. y soltó un suspiro comprendiendo que no volvería a conciliar el sueño nuevamente, cosa que no le molestaba ya que no quería volver a repetir la pesadilla que lo había estado acompañando estos últimos meses, ese suceso que lo había destrozado tanto que ya no podía siquiera ser consciente de su alrededor y enfocarse en otras cosas más que arrepentirse de todo lo sucedido hace más de un año atrás en su ciudad natal, Derry.
Cuanto deseaba que las cosas hubieran ocurrido de diferente manera.
Cerró los ojos pasando frustradamente sus manos por el rostro, siempre lo mismo, cada noche que se despertaba terminaba pensando en Eddie más de lo que quería y volviendo una vez más a 29 Neilbolt Street.
Quería llorar, gritar, maldecir a los cuatro vientos el por qué mierda no fue él quién muriera a manos de eso en aquella ocasión.
Lo extrañaba.
Lo extrañaba tanto, joder.
Se reincorporó de su fría cama, tomó sus lentes que se encontraban a un lado y camino hacia su gran ventanal el cual se encontraba a escasos pasos para así abrir las cortinas, divisó con lo que iluminaba la luna. Su casa siempre tuvo una vista maravillosa, la blanca arena a unos metros y el mar abierto a todo su esplendor, era algo que agradecía de vez en cuando ya que solía perderse viendo mar en sus tardes solitarias de invierno mientras fumaba.
Volvió a dirigirse a su cama no sin antes tomar su celular del velador cercano para desbloquearlo y revisar el clima. Si, parecía estúpido revisar el clima teniendo ahí mismo vista hacia la tormenta que parecía formarse cada vez más fuerte. Pero quería asegurarse, ese día debía tomar un vuelo a Bangor, Maine para después ir en auto hasta los límites de Derry.
