02 | Rompiste tu promesa, Rich.

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—Son 14 dólares, señor. — sacó efectivo que traía consigo en la parte trasera de su pantalón, se lo entrego al anciano y esperó a que le diera su vuelto. —Debe ser muy especial.

—¿Disculpe? — el de lentes presto atención, el anciano señaló el ramo.

—Las flores, vienes cada mes y compras una más que el mes anterior. Debe ser una chica especial. — le entrego las flores mientras Richie lo miraba con una mueca.

—Es alguien muy especial.

Recalcó para dar a entender que no precisamente era una mujer, bufó para sus adentros, siempre tuvo miedo respecto a lo que los demás dijeran de su sexualidad.

Por lo mismo nunca fue capaz de decirle a Eddie lo que sentía, tal vez por el miedo al rechazo, o que simplemente le dejara de hablar y se riera de él.

Aunque eso no evitó que alguna vez estuviera a punto de confesárselo.

—Eddie Spaghetti, ¿por qué tan solo?

Richie iba camino a su casa cuando a lo lejos observó a su amigo castaño tendido sobre el verde pastizal a una orilla del río de Derry. Se acercó cuidadosamente hasta él observando como mantenía los ojos cerrados con el sol envolviendo su blanca piel, su brazo «ahora sin yeso» le cubría parte del rostro.

Eddie removió su extremidad para observar a su amigo, Richie sintió un cosquilleó retumbar en su estómago al ver esos ojos castaños que tanto le atraían.

—Hey, Rich.

Ligeramente sonrojado, y evitando el contacto visual, Richie se posicionó a su lado tendiéndose igualmente en el pastizal.

—¿Qué haces acá? — Richie preguntó nervioso, sus brazos se tocaban y sentía el roce de la mano de Eddie a su derecha, pensó que con un ligero movimiento podría entrelazar sus dedos.

—Nada. Sólo... pensaba. — Eddie suspiró, últimamente había estado repasando una y otra vez como casi murieron a causa de eso.

—¿Pensar en qué? ¿Como me la chupas? — Richie soltó burlón mientras volteaba su rostro para mirar al menor, al notar ninguna respuesta de su parte, se preocupó. —Eddie, hey, ¿qué ocurre?.

Richie pocas veces se enseñaba preocupado, más que nada porque quería mostrarse duro y que nada le afectaba, aunque la mayoría de veces eso era una completa mierda. Richie bocasucia se preocupaba, y mucho. 

—Yo... no sé qué me pasa. — tragó saliva. —Desde que eso terminó, he pensado que hubiera ocurrido si hubiéramos muerto. Si yo hubiera muerto. Qué pasaría con mi mamá. Con ustedes. Yo... yo...

Eddie balbuceó mientras se desmoronaba, sus ojos se encontraban cristalizados apunto de soltar las lágrimas que había contenido por semanas.

—Eddie, Eddie, tranquilo. — Richie se sentó mientras se acercaba a su amigo viéndolo con desazón. Él también se había estado preguntado lo mismo. —Eso no pasó, estás vivo y estás bien. Estás aquí.

—Si, pero... no quería morir, Rich. Realmente no quería hacerlo.

Eddie se largó a llorar mientras tapaba con las manos su rostro cubierto por las lágrimas. Se sentía débil, asustado, frágil. Todo lo que detestaba.

—Estás aquí, Eddie. Estás conmigo. — Richie se acercó abrazando a su amigo con la poca comodidad que eso incluía mientras el pequeño seguía en el suelo. —Prometo que no te pasará nada mientras yo esté aquí, nada.

—Gracias. — susurró pausadamente limpiándose el rostro con sus pequeñas manos.

Eddie se había incorporado y había vuelto a abrazar a Richie por lo que parecieron varios minutos. El de lentes tenía un nudo en la garganta, no quería perder a Eddie, mucho menos que alguno de ellos o sus amigos saliera lastimado, había temido eso por mucho tiempo, pero ahora que había terminado —o eso creyó ingenuamente— se prometió cuidarlo.

Aquella tarde estuvieron hasta que oscureció a una orilla del río, riendo y hablando de cada idiotez que se le ocurriera a Richie para sacar una sonrisa del asmático quién solo se dedicaba a retarlo cuando soltaba más de una grosería o mencionaba lo bien que lo chupaba su mamá.

Cuando Eddie volvió a casa, Richie lo acompañó hasta la entrada evitando que su mamá lo descubriera. De todos en el grupo de los perdedores, la Sra. K tenía un mayor odio al de lentes por obvias razones.

—Gracias por acompañarme, Rich.

—De nada, mi princesa. — Richie se inclinó haciendo una reverencia. —No se le vaya a caer su zapatilla de cristal al entrar.

—Eres un idiota. — Eddie lo empujó ligeramente del brazo haciéndolo reír.

Richie detuvo su risa para obsérvalo nuevamente, la luz de la luna se reflejaba en su cara pero sobretodo en sus ojos los cuales parecían brillar más que la misma luna. Por un momento quiso acercar más, se quedó inmóvil analizando parte por parte del rostro de Eddie hasta llegar a sus labios y un ligero cosquilleó en su estómago lo hizo temblar. Quería inclinarse para saborear sus labios, quería besarlo como nunca había querido besar a nadie.

Quería saber cómo Eddie Kaspbrak besaba.

Pero un ligero carraspeó lo hizo volver a la realidad. Eddie lo miraba con una ceja alzada mientras murmuraba su nombre.

—Tierra llamando a Richie, ¿todo bien?

El de lentes asintió quitándose los pensamientos de encima, balbuceó un par de palabras mientras maldecía internamente y una voz en su cabeza le dijo qué tal vez este podría ser el momento.

El momento de decirle a Eddie Kaspbrak como se sentía.

Tal vez Eddie le correspondía.

—Eddie, yo... — Richie enmudeció. Realmente quería decirle todo lo que sentía pero no encontraba la manera de que sus palabras fluyeran.

Era divertido. Richie bocasucia, o bocazas como le decían sus amigos, se había quedado sin que decir.

Pronto se escuchó un ruido en el interior de la casa lo cual llamó la atención de ambos, Eddie lo había echado a rastras técnicamente mientras la voz de la Sra. K llamaba el nombre de su hijo.

Eddie se despidió de Richie y le había dejado un suave beso en la mejilla agradeciéndole por haber pasado el día con él. El de lentes sonrojado y con el corazón a mil, se había ido con una sonrisa a su casa esperando al otro día para ir a molestar nuevamente a su amigo.

Pero nunca más tuvo la oportunidad de decirle lo que sentía, y Richie se había arrepentido hasta el día de hoy por ello.

Le hubiera gustado ir a buscarlo.

Haberlo contactado ya de adultos y que se juntaran en algún bar con una sanidad aceptable para el castaño, y tal vez hablar toda la noche.

Richie había soñado con ello.

Y con múltiples cosas más que le hubieran gustado que sucedieran.

Pero siempre la realidad terminaba golpeándolo y después de un dulce sueño, terminaba viéndolo nuevamente ser atravesado por eso y lanzado a un lado para morir minutos más tarde.

Y lloraba.

Richie, quien no había llorado en 27 años, lloraba cada vez que se le aparecía Eddie en la cabeza porque se sentía culpable.

Culpable de no haberlo cuidado.

De no haber cumplido su promesa.

𝐋𝐎𝐒(𝐕)𝐄 | REDDIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora