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Recuerdo que cuando despertaste solo saludaste y no volviste a hablar. No preguntaste por tus padres ni por que estabas en esta habitación. Solo cerraste tus ojos para pronunciar unas palabras que luego comprendí que eran oraciones.

—Gracias por haberme dejado quedarme, sé que pronto me sacaras este dolor señor, amen —tus ojos volvieron a abrirse y esta vez miraste en mi dirección. Esbozando una sonrisa enorme te tomaste tu tiempo para mirarme. Dándome también el tiempo de analizar tus facciones y un bonito lunar en tu cuello con forma de luna.

—Soy Clarisa —tus ojos marrones buscaron a mi madre y también le sonreíste apenas levantando un poco tu cabeza.

Tu nombre te definía por entero, eras transporte, clara como el agua.

EfímeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora