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Recuerdo cuando te trajeron en aquella camilla inconsciente y sola. El ala de las chicas estaba llena y mi compañero había recibido el alta hace algunos días por lo que su cama estaba desocupada.

Dormiste durante todo el día, noche y mañana del segundo día. Comenzaba a pensar que estabas en coma, pero las enfermeras me habían dicho que estabas cansada. Tampoco pude ver a tus padres en esos dos días, mi madre siendo un alma tan buena cuidaba que tu almohada este bien acomodada hasta te llego a leer mientras dormías.

Finalmente, durante la tarde del cuarto día abriste tus ojos. Chocolates, grandes y poblados de pestañas que te daban un aire angelical. Pensé que eras un ángel toda un aura de luz te rodeaba. Mi madre se levantó de su silla feliz y se acercó a los pies de tu cama sonriendo de manera maternal.

—Hola —escuchar tu voz fue lo mejor que me había pasado desde hacía meses.

EfímeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora