25 de mayo de 1990, Hace 11, 042 días
No había visto a Jonathan desde el día que escribió la carta a Amelia, toda esa semana pasó rápido, la chica no quería aceptar que evitaba confesar sus sentimientos, cada que veía a Jonathan acercarse o buscarla la jovencita no lo pensaba dos veces para esconderse. Lo estaba haciendo, estaba huyendo de aquel carismático muchacho, Adam le decía que no fuese cobarde y solo lo buscara, que afrontará lo que fuese a suceder, el chico había alentado de una peculiar manera a su mejor amiga diciéndole que su hombro siempre estaría por si era rechazada, sin embargo, Maddie sentía que sus palabras y razón se borrarían apenas se encontrará con el dueño de su corazón. No podía actuar tonta frente a él, no quería eso, pero estaba claro que sucedería.
Ese viernes después de clases, los dos jóvenes estaban en el parque, Maddie degustaba aquel helado de chocolate con nuez que Adam le compró, mientras que el muchacho se esmeraba por saborear el helado de fresa con kiwi.
— Vamos, enana, solo tienes que decirle, "Mira, me gustas, te gusto, estemos juntos". — Adam seguía hablando con tanta seguridad que Madeleine dudó al no seguir su sabio consejo.
— Es que eres tonto, ¿Acaso nunca has confesado tu amor? Me da un temor irremediable a que me rechace, ¿Que tal si el solo piensa en mí como una buena amiga? ¡No quiero eso! Pero, agh, no puedo simplemente llegar y decirle "Hey, Jonny ¿Te gustaría ser mi novio?"
— Por supuesto, Maddie. — La susodicha se lamentó en ese mismo momento. — Y no, no te habría rechazado, además quería ser yo quién precisara nuestro noviazgo. ¿Por eso huías de mí, Mad? Eres linda. — Estaba resplandeciente, con una vasta sonrisa dejando ver lo feliz y divertido que se encontraba, se sentía tan bien escuchar un poco de las molestias y miedos de Maddie, le hacían querer protegerla y jurarle que nunca se apartaría de su lado.
— Y tú quebrándote la cabeza por seis días enteros. — Se burló Adam con una limpia carcajada, la muchacha se encontraba estupefacta, no podía creer que su confesión de amor fuese tan... simple. ¿Había postergado tanto el momento para eso? Sin meditarlo, el carmesí de sus mejillas se multiplicó y al girar hacia Jonathan, quién apareció por su espalda, se encontró con la mejor recompensa del mundo.
Un Jonathan Coleman sonriente, ligeramente ruborizado, pero, aún muy recto y apacible, justo como era él, el joven se inclinó hacia ella y plantó un beso en sus labios. Un casto beso con sabor a chocolate.
— Eh, eh, Romeo, sin muestras de amor frente al hermano mayor. — El ceño fruncido de Adam causó risa al otro chico, sonriendo con un deje de arrogancia.
En la última semana de clases, Maddie y Jonathan se paseaban con mayor frecuencia por los pasillos, tomados de la mano, dejando uno que otro fugaz beso en los labios o mejillas ajenas, las tardes se hacían todavía más especiales para la jovencita, el chico se integró a los amigos de Maddie.
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D E S P E R T A R
RomanceEn 1990, Madeleine Bennett tenía una vida perfecta, estupendos amigos, una amorosa familia, un mágico primer amor... Una vida que le duraría hasta los diecisiete años. Porque el día que decidió acompañar a sus padres al trabajo, cavó su propia tumb...