En 1990, Madeleine Bennett tenía una vida perfecta, estupendos amigos, una amorosa familia, un mágico primer amor... Una vida que le duraría hasta los diecisiete años.
Porque el día que decidió acompañar a sus padres al trabajo, cavó su propia tumb...
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Al arribar al lugar de la carrera se sintió temerosa y al mismo tiempo muy intrigada, era una fábrica abandonada, tenía una explanada grande donde había mucha gente, aún costaba creer que todo eso era clandestino, similar a la fiesta se escuchaba música la diferencia radicaba en que el origen del sonido provenía de los parlantes de los pocos automóviles que estaban por el lugar, las personas hablando entre ellas. Un chico estaba haciendo señas hacia Elián, haciendo que condujera hasta donde estaba, lo que parecía ser, su amigo universitario.
— Creí que no llegarías. — Le argumentó uno, luego de que ambos jovencitos bajaran de la motocicleta, Arleth instintivamente se ocultó detrás de Elián.
Paseó su mirada por el lugar, era claro que no eran los únicos menores de edad, pues la chica encontró a una que otra carita pequeña. Intentaría no escandalizarse, pero las jovencitas iban por ahí con ropa muy ajustada y escasa, unas más que otras.
Los muchachos en su mayoría tenían la pinta de moteros maléficos, con sus chaquetas de cuero negro y calavera estampada a la espalda. Pero también se encontraba con chicos con ropa de lujo, se notaba rápidamente quienes eran y que tan acostumbrados o no estaban en el ambiente, Arleth volvió a sentirse ansiosa, no era que estuviera temblando, pero sentía que los pocos que la miraban se daban cuenta de que ella no frecuentaba esos lugares.
— ¿Bromeas? No me lo perdería por nada en el mundo. — Exclamó Elián con fervor, a Arleth le pareció escuchar su voz con emoción genuina. Entonces los dos chicos se enfrascaron en una conversación.
— Creo que estás fuera de tu corral, ovejita. — Arleth se estremeció al escuchar una voz tan cerca de su oído, asustada saltó pegándose más a la espalda de Elián. Ante su reacción, el causante de esta estalló en carcajadas, una risa bastante profunda y ruda. Arleth estaba aferrada a Elián mirando mal al molesto joven.
— Es encantadora. — Ahora su voz sonaba más sutil, dócil. ¿Había sido a propósito el asustarla? Hasta le había regalado una sonrisa, la muchacha simplemente frunció más el ceño. No había sido divertido.
— Dios, Jackson eres un imbécil. — Reclamó un chico más delgado.
El famoso Jackson creó un mohín dirigido al nuevo muchacho, con ese gesto en su rostro le dio a Jackson un toque levemente tierno, al mirarlo bien, Arleth se encontró con un chico alto, pero más bajo que Elián. Un joven fornido y tosco, sus músculos se notaban completamente, con una playera estampada con los personajes de Dragon Ball Z, serie que reconoció porque Adam solía verla, ¿Ahora sería considerado un clásico?
Jackson traía puesto un gorro de tela naranja su flequillo marrón se asomaba, unos jeans bastante deslavados y rasgados de color negro, al fijarse en su semblante se topaba con un muchacho apuesto, de ojos grandes y nariz recta, de rasgos fuertes, como primera impresión parecía ser alguien serio, reservado que era mejor no molestar. La etiqueta de rudo o chico malo vendría bien para Jackson.