En 1990, Madeleine Bennett tenía una vida perfecta, estupendos amigos, una amorosa familia, un mágico primer amor... Una vida que le duraría hasta los diecisiete años.
Porque el día que decidió acompañar a sus padres al trabajo, cavó su propia tumb...
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Al despertar se encontraron con los bocadillos que Estela preparó. Se volvieron a acomodar en la cama, y esta vez, música que Trevor colocó sonaba de fondo, fue curioso porque en esa ocasión se escuchaba a Shawn Mendes, el cantante que le gustaba a Kae y Alelí.
— ¿Me cuentas qué pasó? — Trevor rompió el silencio, esperando una respuesta por parte de Arleth.
— Antes platique un gran rato con Adam, hablamos de "mi madre" y esas cosas, cuando terminamos de hablar porque las clases acabaron me sentía emocionada y feliz. — Respiró hondo y continuó—: Cuando recordé que tenía que entregarle esas copias tarde un poco ya que estaba ocupado hablando con alguien, entonces un muchacho llegó y fue quien abrió la puerta, ah, fue cuando vi a Adam con mi novio... — Trevor se sorprendió con tal declaración. — Bueno, ¿Exnovio?
— ¿Tenías un novio?
— Sí...
— Vaya, y yo que pensé que tu vida no podía ser más dramática.
╭☀╮
Arleth mantenía su expresión triste, no podía evitarlo, volver a ver a Jonathan fue un gran impacto para ella y su tranquila vida nueva, su mente se reinaba de pensamientos sobre él, y el creciente deseo de saber más sobre su vida, quería estar cerca de él, volver a significar algo para él.
— ¿Estás bien? — Kae se levantó con una simpática sonrisa, mirando atenta a su amiga. Arleth se quedó callada y reaccionó segundos después.
— Algo así...
— No luces bien... Pareces deprimida. — La japonesa se sentó en la banca de frente, Alelí había ido al baño, era el primer periodo de descanso.
— Bueno, se puede definir así, estoy deprimida.
— ¿Algún amor que dejaste en Inglaterra? — Si lo pensaba bien, sí, era algo así.
— Así es...
— Ya tengo el remedio.
— ¿Para la depresión?
— ¡Por supuesto! Una pijamada en mi casa. ¿Hecho? — No podía negarse, Kae lucía bastante emocionada. Estaba a punto de rehusarse al saber que debería ser más cuidadosa cuando tuviera que quitarse y colocarse las lentillas. Sin embargo, la mirada de Kae era aquella misma que ponía su madre cuando no esperaba un no por respuesta.
— Ah, vale...
— ¿Me perdí de algo?
— Alelí, habrá pijamada en mi casa.
— ¿Hoy? — Kai llegaba con una cara tan pálida que daba miedo.
— ¡Por supuesto! También estás invitado, hermanito.