Capítulo 25: Un Nuevo Comienzo

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Autor.

No llegamos a la meta de mil votos, pero por ahora, alabo el esfuerzo. Espero que disfruten el capítulo y no se olviden de votar y comentar.

—Mmmmhhh siii —el sexo siempre era una delicia.

—Ohhh, ¡siiii! —entraba y salía provocandome suspiros.

En la habitación, mis gemidos y los de mi acompañante resonaban.

Yo literalmente saltaba sobre él para llenar mi interior, moviéndome hacia adelante y hacia atrás mientras recargaba mis manos en su fuerte pecho y él sujetaba mis nalgas con firmeza.

Incluso me ayudaba apoyándome desde atrás y empujando su pelvis para hacerme gemir.

—Ahhh, siii, eres el más grande de la semana —dije por accidente.

—¿Qué? —preguntó Vsar... Creo que se llamaba Vsar y perdió el ritmo debido al desconcierto.

—Ammm —¿Qué debía decir para no arruinarlo? No pude pensar en una respuesta y me agaché a besarlo.

Pronto sentí que sus grandes manos apretaban mis nalgas aún más fuerte que antes y sus movimientos se volvieron más erráticos y feroces; estaba apunto de correrse y yo también.

—¡Ohhh! Ya casi ¡Ya casi! —comencé a morder su oreja para ahogar mis gritos por el clímax que estaba tan próximo y...

Toc, Toc, Toc.

Alguien llamó a la puerta.

—Princesa, su padre desea verla —era una criada molestosa haciendo todo lo que mi padre mandaba.

—¿No puede esperar? —pregunté con nervios; no quería quedarme a medio sexo.

—Es urgente, pero supongo que entenderá si se trata de un acto sagrado —respondió complacida.

—Si, si, muy sagrado —expresé y me dirigí a mi pareja—. ¿En que estábamos? —pero sus movimientos habían cesado y su semblante estaba pálido.

Podía incluso sentir su ahora flácido miembro encogerse en mi interior.

—¿Eres la princesa?

"Mierda, no de nuevo", pensé con decepción.

—Dijiste que eras una institutriz que trabajaba en el castillo.

Ya sabía lo que seguía, así que me adelanté a cualquier suplica y me bajé de él, dejándolo levantarse mientras me recostaba aburrida sobre la cama; estaba desnuda y decepcionada, por no mencionar insatisfecha.

El sujeto comenzó a vestirse con pánico en sus ojos mientras repetía las mismas palabras una y otra vez.

—Estoy muerto, estoy muerto —parecía un cangrejo caminando de lado a lado mientras repetía su credo—. Estoy muerto, desvirginé a la princesa... El rey me cortará la cabeza —enserio era tan idiota para pensar que fue el primero.

Al primero ya le cortaron la cabeza hace tiempo.

—Y luego de eso, te cortará la cabeza que tienes sobre los hombros —sentencié aburrida.

–Tú, esto es tu culpa; me sedujiste y me mentiste —y ahora la culpable fui yo.

—Hablas como si no hubieras querido

—¡No sabía que eras la princesa! —replicó. En realidad, no era extraño que nadie me conociera; desde que comenzó mi desarrollo, mi padre decidió ocultarme de las sucias miradas de los hombres del reino; incluso de mis hermanos que trataron de abusar de mí al menos una vez.

Emisaria de la Diosa del mal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora