Capítulo 34: Golpe De Fe

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Zoe y yo partimos con un plan, y pronto llegamos a nuestro destino.

Las enormes puertas de madera frente a nosotras no podían detenernos; las abrimos y entramos dejando que se cerraran por su propio peso.

—¿Hola? —hablé fuerte—. ¿Padre?... El eco es genial —mencioné escuchando mi voz—. Muy útil para mantener a las masas sumisa.

—¿No lo sabias? —preguntó Zoe extrañada.

—Nunca antes había entrado a una iglesia, pero necesitamos algo así —obviamente no conté el templo principal de Rose, pues no existía en este mundo.

Zoe y yo conversábamos de forma casual mientras buscábamos al padre en esta pequeña iglesia. Los corderos de antes tenían que haber salido de algún lado y dado que este templo era el más cercano al nuestro, no había otro sitio.

—Hijas mías, bienvenidas a la casa de dios ¿Qué desean conmigo? —durante nuestra charla, un hombre alto y bien peinado en sus cuarenta años nos recibió—. Es muy noche para que alguien venga de visita; estaba por cerrar.

—Conocemos la hora, pero queremos hablar con usted sobre su rebaño —sonreí coqueta mientras me acercaba a saludar.

—¿Rebaño?

—Ya debió haber llegado a sus oídos que abrimos una pequeña capilla para adorar a nuestra Diosa en el área de almacenes.

—¿Ese lugar lleno de barbaridades blasfemias y pecaminosas donde le rezan a una rosa? —su rostro se volvió serio por unos instantes—. ¿Fueron ustedes?

—Así es.

—Hijas ¿Qué las hizo alejarse tanto del buen camino como para levantar un lugar así?

—Como ovejas negras, nunca tuvimos lugar en el rebaño —respondí con tranquilidad mientras me sentaba en una de las butacas—. No somos tan tontas como para ni saber que no encajabamos, y ya que no creemos en el dolor o castigo como precio por la individualidad, decidimos convertirnos en lobos y formar nuestra manada.

—No entiendo —frunció el ceño por mis constantes alegorías—. ¿Qué tratas de decir?

—Como lobos, ni nos gusta que su rebaño vaya a pastorear a nuestro territorio —continué—. ¿Me entiende? ¿Pastor?

—Todo el mundo es territorio de dios, además...

—Ya debe haber llegado a sus oídos que sus lindos corderos están armando un escándalo fuera de nuestra capilla —interrumpí—. ¿Será tan amable de persuadirlos para que se alejen?

—Soy muy consciente de la situación pero yo no puedo controlarlos, ellos sólo buscan transmitir la gracia de dios —tan predecible, y ese atisbo de burla que se esforzaba por ocultar era chocante.

El padre tenía colmillos, pero los míos eran más largos.

—Es una pena, supongo que tendremos que empezar a comernos a algunos los miembros de su rebaño; no se asombre cuando dejen de venir —respondí levantándome de mi asiento y acercándome para acariciar si túnica.

—¿Qué quieres decir?

—Dejeme mostrarle —dejé caer mis shorts mientras desabotonaba mi blusa.

—Hija ¿Qué crees que haces? —eso no se lo esperaba, así que lo sacó de balance. Probablemente esperaba una discusión para más tarde corrernos del lugar mientras se mofaba de nuestra falta de resultados, pero no hay nada más inútil que discutir con alguien a quien no le importa lo que opines—. Esta es la casa de dios.

Emisaria de la Diosa del mal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora