Capítulo 45: Ultraje

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[Llama infernal]

Un grupo de bandidos gritaban mientras se inmolaban en mi torbellino de fuego; ellos eran fuertes, pero no lo suficiente, después de todo, el mediocre grupo de mercenarios que me acompañaban, bastaba para suprimirlos y proteger la caravana; sin embargo, no podía quedarme sin hacer nada, tenía que desquitar el sueldo que me estaban pagando, y además, sólo sentarme a observar me podría generar enemigos.

Comencé a avanzar por el camino mientras quemaba sin piedad a cualquiera que se me pusiera enfrente. Los humanos daban la mejor experiencia.

Y mientras me deleitaba por la vista de las personas destellando como hermosas luces de navidad, un mercenario voló a mi lado, así que miré en la dirección desde donde salió.

Dos hombres, uno grande y fornido, el otro igual de alto, pero más delgado, hacían equipo para pelear contra nosotros. El delgado repelía ataques y proyectiles con escudos hechos de mana y el otro se encargaba de los mercenarios con sus puños recubiertos por gruesos picos de metal.

[Axes.
Nivel: 30
Seguidor del dios de los ladrones, Stole.

Guerrero/monje]

[Morio
Nivel: 40
Seguidor del dios de los ladrones, Stole.

Mago defensivo]

—Interesante —caminé hacia ellos con curiosidad mientras llamaba a mi compañera—. Eris.

Llegué frente a ellos y estos se aproximaron confiados, pues a sus ojos, to era sólo una chica joven e inexperta ¿qué tan fuerte podría ser con mi corta edad?

[Llama infernal]

Mi llama chocó con el escudo que los rodeaba, emitiendo una luz marrón y ambos se rieron hasta que Eris, quien se puso frente a mí cuando usé aquel hechizo, salió de entre el fuego y rompió su protección a base de fuerza bruta.

Esa era la debilidad de un escudo así; resistía los ataques mágicos, pero no los físicos, cosa obvia por la singular formación de aquellos sujetos, pues el guerrero se apresuraba a contrarrestar a los mercenarios que amenazaban con tocar la barrera con sus armas.

—El grandote es mío —advirtió Eris, pero no podía dejarla.

—No vale tu tiempo —avivé mi fuego y extinguí la vida de ambos ladrones.

Eran muy débiles para divertir a la demonio y ella lo entendió cuando murieron tan fácilmente.

Al ver lo ocurrido, el resto de su equipo desistió y huyeron sin mirar atrás.

—Maravilloso —Barush no tardó en dejar a sus escoltas para correr a visitarme—. La primera semana de viaje ha terminado y hemos perdido a más gente que de costumbre.

—Sí perder gente es tan trágico ¿por qué no contratas mercenarios más fuertes? —cuestioné aunque ya sabía la respuesta.

—Por negocios; al terminar el viaje, normalmente menos de la mitad de mercenarios continúan con vida, así que la cantidad de personas a las que tengo que pagar, disminuye —aquella rata prefería perder gente en lugar de dinero. Ya me parecía raro que sus guerreros fueran tan débiles.

—¿Está bien que me digas esto? —es decir ¿no estaba yo metiéndome en su camino entonces?

—Por supuesto, querida. Si bien estoy satisfecho con tus resultados, me temo que tengo que pedirte que seas menos eficiente; de lo contrario, seguirá siendo una pérdida de dinero para mí.

A cambio te daré una moneda de oro extra —

—Bien, pero la quiero ahora —extendí mi mano y continué con un tema que ya habíamos tratado—. Y sobre los objetos de los bandidos...

Emisaria de la Diosa del mal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora