Capítulo 30: Venganza

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Me encontraba sentado sobre el escritorio de una habitación bastante rosa, llena de peluches y adornos junto con el típico póster de la banda de moda.

El lugar, debido a las luces apagadas, se encontraba oscuro y daba cierto tipo de encanto a la situación.

Y mientras observaba, una chica llegó.

—Hola —saludé casualmente.

—Víctor —mencionó ella con palidez.

—¿Por qué tan sorprendida? —me reí—. Esa chica dijo que te visitaría.

—No puede ser. Tu estás muerto.

—Eso no cambia el hecho de que en este momento, me encuentro en tu habitación y esperaba por ti.

Una vez que el tiempo de penalización pasó, usé mi poder para reponer mana cib la energía de Jazmín y me colé en el cuarto de la chica que me dejó morir para luego tomar mi forma masculina.

—¿Po... Por qué? —preguntó con miedo.

—Por venganza, por supuesto.

En pánico, ella trató de salir por la puerta, pero me apresuré y tapé su boca mientras aseguraba la entrada.

—Fuiste una perra conmigo —lamí su cuello antes de dejarla sin aire con un golpe en el estómago.

Ella cayó al piso y yo arranqué su blusa y sostén, dejando sus generosos pechos al descubierto.

Me miró con miedo mientras se esforzaba por emitir palabras de súplica.

—Por... favor... No me hagas... Daño.

—Si gritas, tu familia morirá —sonreí y comencé a quitarle los pantalones a la fuerza, pero como solicité, se abstuvo de gritar.

—No hay manera, déjame por favor —lloraba al verme desnudarme de la cintura para abajo.

—¿No quieres?

—No, por favor.

—Bien, entonces tendré que usar esto —tomé el látigo de mi inventario mientras se convertía en un delgado garrote con varios picos—. Es tu decisión —recargué el cuerpo de Daniel a sobre la cama, apuntando sus nalgas hacia mí.

—Detente, por favor.

—Lo siento, pero me temo que es ubo u otro; la decisión es tuya —respondí con una voz de pesar mientras usaba el garrote para acariciar su entrepierna, picandola un poco con los pinchos.

Ella se mordió el labio y comenzó a rogar completamente resignada.

—Hazlo con...

—No te escucho, dime claramente lo que quieres.

—Penetrame con tu pene, por favor.

—¿De verdad lo quieres?

—Si —ella contenía las lágrimas como una buena chica.

Tratando de no hacerla esperar, pero dando algo de drama al asunto, metí mi miembro debtri de ella en un movimiento y comencé a jalar su cabello mientras la embesía desde atrás.

Ella lloraba mientras tapaba su boca para no ser escuchada.

Fue en ese momento que tocaron la puerta.

—Hija ¿estás bien? Escuché ruidos —se trataba de su madre.

Por un momento, me entraron ganas de hacerla pasar y violarlas a las dos, pero esto no era una historia porno; además, iría contra mis objetivos.

Emisaria de la Diosa del mal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora