Capítulo 13 • Caótico Océano

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Narra Joaquín

Emilio se había quedado dormido en el sillón donde estuvimos hablando. Con sumo cuidado lo levanté y lo lleve hasta su habitación.

Decidí no quedarme está noche, porque a pesar de que Emilio me había perdonado, de alguna manera sentía que debía hacer más enmiendas para merecer su amistad y quizá, algo más.

Salí con cuidado del departamento, baje en el elevador y empecé a caminar. Mi destino era el campamento, ahí quizá podría contarle todo a Edrielle y me podría dar un buen consejo.

La noche era oscura, las calles estaban completamente vacías, si a caso de vez en cuando pasaban algunos autos. La mayoría de la gente se sentiría intimidada estando en un ambiente así, pero yo no. Mis sentidos estaban ligeramente más agudizados que los de un humano normal, por eso es que tuve que girar dos veces cuando sentí que alguien me seguía.

Caminé a paso lento, escuchando atentamente los sonidos que me rodeaban. Entré en el sendero del bosque y me perdí en la espesura de los árboles, a pesar de estar completamente oscuro yo me sabía a la perfección el camino que llevaba hasta el campamento. Mis sentidos me decían que algo no estaba totalmente bien, el viento soplaba frío en mi rostro, primero de forma normal y luego con una ventisca que me confirmó lo que ya pensaba; me estaban siguiendo.

Algunas hojas de los árboles se cayeron y un fuerte estruendo sonó a mis espaldas; tomé posición de guardia y me gire.

- ¿Qué quieren arpías? - de mi cuello despegue el colgante que tenía, el cual rápidamente se convirtió en un látigo.

- No venimos con intenciones de matarlo señor. Pero nuestro amo quiere verlo inmediatamente en el inframundo - dijo una de ellas

No tenía miedo, ni siquiera estaba sorprendido por la propuesta. Mi tío Hades, el Dios del inframundo fue el hombre que me sacó del lío en el bar. Tengo mucho que agradecerle y quizá, tendré mucho que explicar.

- Está bien, vamos - me rendí.

°°°

Se dice que el inframundo está debajo de la Tierra pero eso no es así, de hecho nunca se sabe el lugar exacto en el que está. Pero hay entradas en todo el mundo, distribuidas estratégicamente en las diferentes ciudades del mundo. Nadie puede entrar en el a menos que haya muerto, ni siquiera los Dioses Olímpicos tienen ese privilegió; Cuando terminó la guerra entre Dioses y criaturas de la oscuridad todos desconfiaron de Hades, incluso Poseidón y Zeus, por lo que el Dios del inframundo decidió no permitir la entrada a su reino jamás. El único Dios que podía entrar y salir todos los días era Hermes, quién es el mensajero del Olimpo y claro, yo también.

La primera vez que entre en el inframundo era para buscar a mi hermano Hércules, quién había sido secuestrado por un sabueso infernal, pero en lugar de matar a la bestia decidí esquivarla y hizo que me ganará la confianza de mi tío. Desde entonces se podría decir que somos buenos amigos, de vez en cuando me invita a beber con él o a ver como las almas entran en sus reinos. Es algo deprimente pero así es el ciclo de la vida mortal.

Las arpías me llevaron por el bosque, cerca de un barranco encontramos la entrada a una cueva, tenía símbolos griegos en donde se leía la leyenda del inframundo. La entrada era sencilla para ellas, solo tenían que tocarla, sin embargo yo, tenía que hacer un sacrificio de sangre, con mucho cuidado tomé el cuchillo que llevaba conmigo y pinche mi dedo. La espesa sangre dolor dorado salió delicadamente; toque la entrada con ella y se iluminó abriéndose.

°°°

La remodelación en el palacio de Hades era notoria desde la última vez que vine, quizá no le gustaría admitirlo pero es un obsesionado con el orden y el diseño de su casa.

A prince for the Olympus • Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora