Capítulo 31 • Empíreo (Final).

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Narra Emilio

Esas palabras fueron todo lo que necesitaba para que una sonrisa real se apoderará de mi rostro.

- Después de ti - le susurré cerca de su oído.

Joaquín sostuvo más fuerte mi mano y empezó a caminar hacia su nuevo hogar, el palacio más grande de todo el Olimpo.

A medida que íbamos acercándonos me ponía más nervioso, miles de cosas e inseguridades venían a mi mente "¿en verdad quiere estar conmigo?" "¿Y si después de esto me deja de hablar?"

Antes de llegar a su casa nos topamos con Hades, quién sostenía una copa de cristal con un líquido color azul dentro, nos miró tomados de la mano y supe que me había sonrojado por eso.

- Vaya, pero si es mi pareja favorita. ¿Por fin dejaron de actuar como niños amargados? - se burló

- Tenemos prisa Hades, vamos a mi habitación - le contestó Joaquín tranquilo

Los ojos de Hades se abrieron y una sonrisa se apoderó de su rostro. Joaquín lo esquivo y seguimos caminando

- ¡Emilio! - habló Hades por lo que giré mi rostro para verlo

- ¿Qué pasó? - murmuré

- ¡Partelo! - se rió y con eso Joaquín también soltó una carcajada

Llegamos a su nuevo hogar, abrimos la puerta y pude ver la hermosa decoración que tenía dentro, era un santuario de reliquias, literalmente podías ver artilugios que los humanos habían pensado que no existían, todos ellos siendo parte de la decoración de la casa.

Joaquín supo muy bien como mezclar lo antiguo con lo moderno y eso me encantó, tanto que por unos segundos me olvidé de la razón por la que estábamos aquí.

- ¿Qué es esto Joaquín? - sonreí mientras me acercaba a una especie de cuarzo guardado en una vitrina

- La piedra filosofal - mencionó tranquilo

- Por años la gente la ha buscado en la tierra - dije asombrado - ¡Y todo el tiempo estuvo aquí!

- Si bueno, varios objetos que no deberían caer en sus manos los tenemos resguardados en el Olimpo. Si quieres te mostraré cada uno de ellos

- Me encantaría - miré su rostro - Pero ahora dime ¿dónde quedaba tu habitación?

Sonrió emocionado y no pude evitar volver a sentir el cosquilleo en mi estómago. Joaquín se acercó hasta unas enormes escaleras y comenzó a subirlas, por lo que yo también lo seguí.

Estábamos en frente de una puerta inmensa color blanco con decoración hecha completamente de oro, al entrar la habitación era muy moderna y amplia, tanto que mi antiguo departamento podría caber perfectamente aquí; las sábanas eran de seda y en la esquina del cuarto había un pequeño minibar del que Joaquín sacó una botella con un líquido rosáceo.

- ¿Me vas a emborrachar Bondoni? - sonreí al mismo tiempo que le pasaba a Joaquín dos copas de cristal para que sirviera el contenido.

- Este es vino rosado, lo mejor de Dionisio y eso es decir mucho porque ya sabes... El gran Dios del vino

- Es la primera vez que tomo vino rosa - sonreí

- No es algo común Emilio, ni el mejor vino de la tierra podría saber igual que el peor vino de Dionisio

Me dió la copa de vino y tomé unos momentos para servirlo, le dí una olfateada y después puse mis labios en el cristal.

Cuando lo probé todo cambió, fue celestial, maravilloso, demasiado equilibrado en el sabor y en el porcentaje de alcohol. Definitivamente tenía que darle mis felicitaciones a Dionisio por eso.

A prince for the Olympus • Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora