Capítulo 30 • Resurrección

755 131 99
                                    

Narra Diego

Habían pasado dos días y medio cuando todos los ciudadanos del Olimpo estaban tomando sus cosas para volver a sus hogares recién construidos en el Olimpo. No voy a negar que esto me resultaba bastante triste, sabía que tenía que irme a casa pero no esperaba que fuese tan pronto.

Estaba sentado en una banca de madera bebiendo un jugo de naranja mientras varios Dioses venían a despedirse de mi o solo para darme las gracias por ayudar en esta guerra.

Medusa llegó hasta sentarse en la banca frente a la mía, tomó mi mano y suspiró.

- Tengo que irme también - note que su tono de voz era triste, además se veían sus ojos ligeramente rojos, quizá había llorado un poco

- Recuerdo cuando pensé que podrías matarme si me veías sin los lentes

- Por lo general si lo haría pero aprendí a controlar mi poder y ahora solo convierto en piedra a los que yo quiero.

- La primera vez que te vi traías puestos lentes de sol - señalé, recordando el momento

- Tenía miedo de que no funcionará contigo y terminará con una estatua de piedra en tu casa - ambos reímos pero rápidamente dejamos de lado la diversión.

- ¿En serio tienes que irte? - pregunté con tristeza. Sabía que era una pregunta estúpida

- No puedo vivir en la tierra - susurró

Atenea llegó en ese momento y vi como Medusa se puso tensa en el momento en que la vió. Si, quizá peleamos una guerra mano a mano pero aún así ellas tenían un terrible pasado.

- Vengo de manera pacífica - aclaró antes de que las serpientes de Medusa se acercarán demasiado - Sé que te debo una disculpa por lo que pasó antes

- Yo mejor me voy - hice el intento de levantarme pero Atenea me detuvo del brazo

- No, por favor quédate - no entendí porque era importante mi estadía aquí pero igual me quedé

- ¿Sólo eso?

- No - continúo la Diosa de la sabiduría - Sé que una disculpa no borrará mis errores y no tengo justificación por lo que hice pero puedo remediarlo

- ¿Volverme a mi forma anterior? - Medusa levantó una ceja - No gracias, he aprendido a amar mi cuerpo y a mis serpientes

- No sólo eso - continúo Atenea - Sé lo que pasa entre ustedes aunque aún no definan nada en su relación - eso me hizo sorprenderme y sonrojarme hasta las orejas - No es necesario que me expliquen nada, mucho menos si ustedes aún no lo han hablado, pero sé que no quieren alejarse del otro

Entendí a dónde iba el rumbo de la conversación... Mi corazón dió un vuelco "¿puede ser posible?" pensé.

- ¿Qué tratas de decir? - inquirió Medusa

- Existen dos formas de que ustedes estén juntos si lo desean - explicó ella - Una de ellas es peligrosa, la otra es bastante... Aburrida diría yo

- ¿De qué se trata? - me sentí nervioso

- Existe la forma en la que puedes volverte inmortal, un Dios. No es muy común y por lo general no debería ser del conocimiento de un humano porque pone en peligro nuestra existencia pero se los debo; esto consiste en pasar tres pruebas, una de ellas es montar a un dragón evitando que te calcine vivo, la segunda es buscar una perla de virtud en lo profundo del océano, y la última es beber la bebida de los Dioses

- Él no podría, eso lo mataría; es decir, si tan solo logrará las dos pruebas, el moriría con la ambrosía

- No si la mezcla con la perla de la virtud - explicó Atenea

A prince for the Olympus • Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora