Capítulo 15 • Siempre

1.2K 181 97
                                    

Narra Diego Valdés

El fuerte tirón que me dan me duele en lo más profundo de los hombros. Veo como cada vez nos encontramos más lejos de casa. El sonido de las olas golpeando con fuerza en mi cuerpo hace que mi corazón empiece a latir desenfrenadamente; tengo miedo.

Las criaturas que he catalogado como "sirenas" nadan bruscamente y hacen comentarios que no logro entender bien. Siento que mi cabeza da vueltas y de vez en cuando siento como si quisiera vomitar.

Soy un buen nadador, desde los seis años mi madre me llevaba a clases de natación porque me gustaba demasiado el agua, pero desde el primer momento que intenté zafarme de su agarre y ellas me encajaron sus enormes uñas en la piel supe que escapar no era una opción. No estoy completamente seguro pero siento que estas criaturas pueden nadar más rápido que yo, además de que el océano es controlado por él, y no, no quiero arriesgarme a que otra cosa suceda.

Aunque si lo vemos de esta manera, probablemente morir ahogado en el mar era mejor que lo que me estaba esperando. Después de un rato de atravesar sin control el océano siento como mis sentidos empiezan a entumecerse. Mis dedos ya no tienen la textura normal, ahora lucen arrugados, el sol da de lleno en todo mi rostro. Quiero gritar pero mi garganta se siente seca y por unos momentos siento que me he quedado sin voz, los ojos empiezan a picarme debido al agua salada que cae en ellos de vez en cuando, mis párpados pesan y tengo una sed endemoniada.

Siento que el aire me falta, como si todo mi cuerpo se negara a seguir en estas condiciones. Poco a poco empiezo a ver todo borroso y tengo miedo, demasiado miedo de lo que me puedan hacer, pero es tarde, no puedo seguir consiente por más tiempo. La deshidratación me consume y en el momento menos esperado lo único que pude hacer fue dejarme ir.

°°°

Despierto. Las sirenas ya no me llevan arrastrando como lo hacían anteriormente. Ahora siento que voy acostado en la espalda de una de ellas.

A lo lejos veo una cueva apartada. Un montón de rocas apiladas que dan paso a una gran extensión territorial. Trato de enfocar mi vista y en cuanto observo con más detalle me doy cuenta de lo tenebroso que se ve el lugar.

La entrada es oscura, el agua alrededor es opaca y las cabezas de cientos de sirenas se asoman en la superficie. Lo único que se veía hermoso era el cielo estrellado, ese donde los pequeños puntos de luz brillaban intensamente y en el que quede pérdido.

- ¿Entonces? - preguntó una de las sirenas que estaban en la cueva

- Poseidón dijo que podíamos quedarnos con él.

¿Quedarse con quién? ¿Conmigo? Mi corazón empezó a latir más rápido y mi respiración se volvió irregular.

- ¡Eh Marina, el chico ha despertado ya! - hablo victoriosa una sirena, dirigiéndose a la que me llevaba cargado.

- Mira nomás, por fin te dignas a abrir los ojos - se burló otra

- ¿Qué... que... me van a... hacer? - el tartamudeo vino a mí de forma inevitable.

- Nosotros nada, el daño te lo harás tú mismo - rieron

No lo entendí en ese momento pero tampoco quería entenderlo. Entramos a la cueva nadando, estando ahí todo era más oscuro y tenebroso de lo que se veía por fuera.

Me llevaron al fondo; en una pared se encontraban un montón de Cadenas y artículos que se veían mortales. Unos huesos estaban en el suelo de la cueva, al verlos mi estómago dió un vuelco y pensé en lo peor. Si nadie venía por mi probablemente mis huesos serían los siguientes en formar parte de la decoración.

A prince for the Olympus • Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora