Capítulo 23 • Recuerdos

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Narra Emilio

Estaba caminando por un sendero boscoso, no reconocía el lugar pero una extraña sensación de calidez se apoderó de mi pecho; me sentía feliz, lleno de paz.

A mí alrededor las flores crecían y brillaban con colores intensos e increíbles, todo se sentía mágico. Era como si por una vez en la vida todo el dolor, confusión y pensamientos que perturban mi vida hubieran desaparecido para siempre. Estaba sonriendo como un niño al que le regalaron su dulce favorito, corría por aquel sendero, con la vista fija en las bellas flores y en alguno que otro conejillo que pasaba saltando.

El cielo era azul claro, con las nubes más blancas y esponjosas que había visto; ningún paisaje era tan hermoso como lo que mis ojos veían en este momento. En medio de mi burbuja perfecta escuché una dulce melodía entonada por una voz femenina, me dió curiosidad el saber de dónde venía aquella voz así que paré mi andar y busqué la fuente de música. A medida que iba caminando por el pasto escuchaba como la voz se volvía más y más clara.

Cerca de un río de agua cristalina que no había divisado antes se encontraba una mujer sentada en el pasto; sus cabellos eran de color avellana, casi pelirrojos, su piel era blanca y en su rostro se notaba el amor con el que veía a ¿su hijo? Si eso parecía. Sostenía un pequeño bulto tapado con una sábana de una tela muy fina, la mujer sonreía y seguía cantando.

Entonces todo cambió; de un momento a otro el cielo se volvió oscuro, las aves hacían sonidos de pavor y volaban sin rumbo.

Un extraño sentimiento de confusión y dolor se asentó en mi pecho; preocupado me giré en busca de la mujer que acababa de ver y al encontrarla pude divisar su mueca de dolor. Se aferraba a su pequeño fuertemente y trataba de mantener su respiración calmada pero era prácticamente imposible.

- ¿Qué haces? Tienes que correr

Esa fue la voz de otra mujer, una de largo cabello negro azabache y vestido blanco, sobre su frente llevaba puesto un listón blanco y en su vestido había un bordado de una balanza.

- No puedo irme, sabes a dónde nos llevarán - contestó la primera mujer - tengo que dejarlo en otro lado. Tengo que llevarlo a la tierra.

Después de eso sonaron gritos desgarradores. Las dos mujeres voltearon a ver hacia una montaña, se veían desesperadas por salir de ahí. Había fuego por todas partes, se notaba la guerra que se estaba desencadenando por aquel lugar que antes se veía hermoso.

El humo era muy denso, sentí el dolor y la preocupación de ver a estás personas paradas en medio de este infierno. Había otros sonidos que no pude distinguir bien, parecían cadenas y espadas chocando, todo era confuso.

Me dió dolor de cabeza, quería gritar, quería salir de ahí corriendo y como por arte de magia todo empezó a desvanecerse ante mis ojos. La imagen frente a mi daba vueltas mientras yo estaba tocando mi cabeza.

°°°

Desperté con sudor bajando por mi frente y todo mi pecho. Mi camisa grisácea estaba empapada, me costaba respirar y lo único que pude hacer es gritar.

Edrielle vino corriendo, traté de enfocarme en su rostro pálido y en las palabras que me decía pero seguía aturdido. ¿Quiénes eran esas mujeres? ¿Quién era ese bebé?

- Emilio, Emilio, Emilio ¡Por los Dioses! - decía ella preocupada. Tomó mi mano mientras recitaba algo en un idioma extraño y mi piel brilló. Me tranquilice de inmediato

- Yo... Tuve un sueño - susurré

- ¿Qué clase de sueño?

- No podría explicarte, se sintió más como un recuerdo ¿sabes? Fue muy real

A prince for the Olympus • Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora