Cigarrillos

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Cigarrillos

Numero 7: A veces tu aliento huele a tabaco. Supongo que pasar todos estos años con tu padre, como fumador pasivo, te ha hecho adoptar ese mal hábito...

Ya ha pasado una semana Daiki, ¿Estas más cerca o más lejos de la verdad ahora?

— ¿Qué estás haciendo que cosa?

Seira se veía incluso un poco pálida, pero no precisamente sorprendida sino más bien, Meimi podría apostar, se veía molesta.

— He estado dándole a Daiki pistas de quien soy.

— Pero ¡¿Por qué?!

— Hermana Seira ya debería saberlo – tomó las manos de su amiga que estaban, como siempre, un poco frías – sin la novicia en la capilla de Saint Paulia que escuche los problemas de las personas, ¿Cómo podría Saint Tail hacer algo?

Toda la molestia de Seira se fue en ese momento remplazado por dolor. Ella sabía también que esto es lo que iba a pasar, era lo más lógico, lo más seguro para Meimi de todos modos.

— Esta es la última oportunidad que le daré, si al final él no ha descubierto quien soy, yo... yo me alejare definitivamente de él.

— Meimi, pero tú lo quieres.

— Eso no importa Seira, nuestros caminos van separados, quizá el de Saint Tail y Daiki han seguido juntos, pero no estoy segura de que él este mirándome, pues... a mí.

— Oh, Meimi.

— Voy a darle treinta pistas. No creo que sean pocas y quien sabe, algo bueno puede pasar.

Seira miró a su amiga a la que la traicionaban sus ojos que se veían cristalinos ahora mismo. Tenía miedo y ella tenía miedo por ella, solo sostuvo sus manos más fuerte y oró con fuerza por que la luz del universo fuera justa y solo algo bueno pasara, había hecho el bien para muchos, por mucho tiempo, se lo había ganado.

Pero él miedo no se iba por que el mundo no era justo después de todo.

[...]

Daiki miró la cajetilla de cigarrillos en el escritorio en su habitación. Por un momento pensó que lo había dejado allí por error, procuraba siempre tener el paquete de tabaco escondido pues su padre le había advertido mil veces que era un vicio casi imposible de vencer, si supiera que esporádicamente fumaba lo mataría. Pero cuando vio la nota prendida de la caja sabía que era ella quien lo había dejado allí.

A decir verdad le daba un poco de vergüenza que ella supiera que había tomado un hábito tan poco saludable. Un hábito que evidentemente reprobaba pues al abrir la cajetilla no encontró los cigarrillos si no un paquete de chicles de nicotina en su lugar. Sacó uno de la caja y lo arrojó a su boca con ira.

Odiaba admitirlo, pero no estaba ni más lejos ni más cerca, estaba en el mismo lugar.


Fin 8

13/10/19

1:46 a.m.

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