O9

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–Buenos... ¿días? –Dijo mientras bostezaba y se limpiaba la saliva en su rostro, pero al abrir los ojos por completo se dió cuenta de que el otro no estaba en la habitación.

Bajó por las escaleras para encontrarse al pelirrojo hablando por el teléfono de la casa. Este rápidamente notó su presencia.– Ya despertó. Te hablo luego, ¿bien? –Colgó.

–Ty--

–Oye, pingüino. –Interrumpió.– Una compañera de mi... antiguo trabajo irá a la ciudad en unos días, ¿no te importa si viene a verme?

–...No, claro que no. –Sonrió naturalmente, aunque temía sobre su compañera, ¿sería igual de duro y agresivo que él?

–Bien, porque hace mucho que no la veo y ella quiere que--

Fue interrumpido por un estornudo del pequeño.– Ay, lo siento. Continúa. –Dijo limpiándose la mucosidad con una servilleta que tenía cerca.

El alce caminó hacia él y le tocó la frente y las mejillas.– Chico, tienes fiebre. Anda, a la cama.

• • •

Pablo siguió las indicaciones por miedo a que le regañaran. Estaba acostado en su propia cama con un par de cobijas, mientras el otro sacaba algo de su mochila.

–Ten. Toma esto. –Sacó un jarabe que olía a miel y vació una pequeña cantidad en una cuchara que venía con el frasco.

–¿Por qué tenías eso en tu mochila?

–...El doctor me lo recomienda para relajarme en ataques respiratorios.– Hizo una leve pausa, pero al ver que el pequeño estaba apunto de volver a hacer una pregunta, habló lo más pronto posible.– ¡Solo tómalo!

Agarró la cintura de este y lo sentó en la cama, agarrándolo por sorpresa. Con una mano acercó la cuchara a su pico y con la otra empujó cuidadosamente su nuca para hacerlo injerir el medicamento. Sentía como si fuera el padre del azul.

–¿Ya lo tragaste?

–S-sí... pero yo solo podía hacerlo... –Bajó la mirada, ruborizado.

–Sí, lo que digas. –Contestó sarcástico.

–Oye... ¿Por qué haces esto?

–Solo quiero que mejores lo más pronto. No me gustaría estar enfermo cuando me reencuentre con mi compañera... y mucho menos por tus gérmenes.

–¡Achís! –El pequeño soltó un ruidoso pero a la vez tierno estornudo.

–¡¿Qué no sabes taparte, animal?! –Gritó mientras después de dar un paso atrás. Su saliva había alcanzado hasta su brazo y parte de su camisa. Al voltear a verlo vió como su mejilla estaba cubierta de mucosidad.– Ugh. –Dijo con asco.– Mírate. Estás hecho un completo desastre.

El azul se limpió con el pañuelo que le entregó el otro antes de irse al baño a limpiarse y quitarse la camisa.– Perdón por eso, la próxima vez me taparé...

relación caótica • TyronexPabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora