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No había pasado más de una semana desde que Tyrone decidió hospedar a Tasha en la casa. Pablo no tenía ningún problema con eso, excepto que los dos se pasaban la mayoría de los días juntos, y por alguna razón eso le incomodaba.

El chico y Uniqua, que asistían a la misma universidad, se dirigían a la casa del primero, ya que este le ofreció quedarse un rato ahí. Creyó que de esa forma ya no se sentiría tan mal.

Una vez que llegaron, abrió la puerta y lo primero que vio fueron a sus propios visitantes, en un sofá pequeño viendo la televisión; con la hipopótama sentada en las piernas del alce. No le sorprendió.

–Tyone, ya llegué.

–Buenos días, Ty... –Saludó su acompañante, pero se detuvo en cuanto le vió con la otra chica sobre él.

–Ah, sí. –Comenzó el dueño de la casa en cuanto la notó quieta.– Uniqua, ella es Tasha, una compañera de trabajo de Tyrone. Se quedará unos días.

–Ah, ya veo... –Dijo con una sonrisa algo fingida.– ¿Entonces ustedes son... ?

–¡Solo somos amigos! –Exclamó Tasha entre risas, aunque algo sonrojada.

–Oh, perdón por interpretarlo mal. –Después de decir esto, la chica siguió a Pablo que iba hacia su habitación, el cual no quería seguir presenciado la escena anterior.

• • •

El pingüino salió del baño y caminó hacia el cuarto para seguir con la conversación que pausó con su amiga, pero se dio cuenta que no estaba ahí. Bajó las escaleras para preguntarles a los otros si la habían visto, pero no hizo falta, ya que la vió platicando con Tasha en el comedor. Mientras tanto, el alce dormía en el mismo sofá de antes.

–¿Uniqua? –Preguntó en cuanto su pie tocó el primer piso, y empezó a caminar hacia las chicas.

–Ah, perdón. –Volteó hacia él, algo apenada pero aún así sonriendo.– Es que bajé por agua y terminé hablando con Tasha.

–No, no pasa nada... –Escuchar esto le deprimió un poco, sintió como si Tasha fuera mejor que él, a tal punto de robarle sus amistades. ¿Qué tenía ella que él no? Bueno, realmente no quería saberlo.

Con la mirada abajo, se giró para volver a su habitación y así dejarlas en paz, pero la voz de la hipopótama lo interrumpió en el proceso.

–Espera, ¿por qué no te sientas con nosotras? –Preguntó esta, por su tono de voz parecía como si le estuviera hablando a un niño. El otro no dijo nada y solo siguió sus indicaciones. Se sentó a lado de Uniqua. Aún seguía sin sentirse muy cómodo con Tasha después de todo lo ocurrido, en especial la manera en que se conocieron.

Las chicas siguieron platicando sobre cosas no muy personales, mientras que Pablo solo estaba excluido escuchándolas. No sabía cómo seguir la conversación ni tenía muchas ganas de hacerlo y ya empezaba a aburrirse.

–¿Y qué me dices de Tyrone? –Comenzó la hormiga [supongamos que es una hormiga ok?]. Me cuanto escuchó ese nombre el pequeño despertó sus ojos al instante.– Digo, ¿Siempre está así de malhumorado?

–La mayoría del tiempo, pero solo es cuestión de tenerle paciencia. No es muy sociable que digamos. –Contestó la contraria.– Hablando del tema, hubo una vez que--

–¿No le estarás contando de ese día, verdad? –Interrumpió el alce, quien estaba detrás de los tres mirándola molesto.

–¡Tyrone! –Exclamaron todos. Al pingüino casi le daba un infarto por el susto.

–¿Cuándo despertaste? –Preguntó este último.

–¿Qué tanto escuchaste? –Dijo la otra.

–Lo suficiente como para saber que no tuvieron otra cosa más de que hablar que de mí. –Mientras decía eso, apoyó sus manos en las sillas donde estaban sentados Uniqua y Pablo, quedando un poco más cerca de ellos.

–P-perdón, fue mi culpa. –Dijo algo temblorosa la rosada, intentando no apartar la mirada hacia los ojos del otro.– Pero no me malinterprete, yo no--

–Olvídalo, niña. –Volvió a interrumpir.–

–Y-yo... mejor me voy. –Esta se levantó de la silla tan rápido que parecía que la estaban obligando.–Adiós, Tasha--

–Espera, ¿Te vas tan pronto? –La siguió el pingüino, realmente no quería volver a estar "solo" con aquellos dos.

–Sí, yo... tengo cosas que hacer. –Dijo al mismo tiempo que sacudía su mano sobre la cabeza del chico, despeinando unas cuantas plumas. Su voz sonaba aun más extraña, como si hubiera acabado de inventar lo mencionado.– Te veo después, Pablo. Adiós, Tyrone.

Una vez que salió del hogar, los restantes se quedaron mirando la puerta ahora cerrada en silencio.

–Entre más la conozco más rara me parece. –Concluyó el pelirrojo, para luego irse a duchar.

relación caótica • TyronexPabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora