Capítulo 9

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Había pasado un par de noches cantando en el bar de Shiki, solo para atraer la atención del que una vez, fue su viejo amigo, no se había presentado ninguna de las veces, pero no perdía la determinación, pues él mejor que nadie sabía, lo obsesionado que estaba Ren con su persona, tarde o temprano, saldría de algún lado.

Sus contactos le habían informado que había vuelto a Japón luego de salir de una prisión en Singapur, esta vez, haría todo por proteger a la gente que amaba.

Mientras caminaba a su casa en la madrugada, recordó su viaje a Suiza durante la preparatoria, lo aterradas que estaban sus hermanas con Ren amenazando con violarlas si no se quedaba a su lado, ¿Cómo Orihara Kaoru lo había permitido? Simple, su viejo conocido lo había mareado con esa retórica tan buena que tenía en la lengua, su padre había ido a la oficina, así que tuvo que tragarse su miedo y a obligarse a pasar sus vacaciones con él. Claro, volviendo también a Japón con él.

Abrió su puerta con el acceso de la tarjeta, se quitó el abrigo y lo arrojo sobre la mesa, encendió las luces, casi le da un infarto al ver al castaño de ojos azules sentado en el sofá frente a él.

—Hola.

—¡Tu! ¡¿Cómo?!

—¿Entraste? —Completo—la ventana estaba abierta.

Izaya sabía que era mentira, jamás olvidaba asegurar las ventanas, encontró pequeños cristales detrás del sofá.

—Ya veo—tomo asiento frente a él, entrelazo sus manos como había visto hacer a su padre cuando estaba por firmar un trato multimillonario—quiero proponerte un trato.

—Mm—se pasó la mano por la barbilla, sus ojos brillaban llenos de interés—¿y de que va ese "trato"?

—No te meterás con nadie que sea mi amigo o conocido, tampoco con mi familia.

—Hecho—se pasó la mano por el cabello, noto una perforación en la curvatura superior de la oreja y en una de sus cejas, en esa donde la cicatriz del filo de su navaja había terminado al cortar desde su barbilla.

—No te involucraras de ninguna manera con Heiwajima Shizuo y su hermano, sin importar nada—vio un leve gesto de molestia en su cara.

—Bien—alzo su ceja—¿Qué obtengo yo?

—Lo que quieras, mientras no dañe a mis allegados y protegidos—Ren sonrió como un demonio, Izaya sabía perfectamente lo que pensaba pedirle, estaba preparado, después de todo, si solo se hubiese dejado a su disposición, desde el inicio, todo el terror y desesperación que sintió, probablemente, no hubiesen ocurrido nunca.

—Quiero tu cuerpo—se levantó, se acercó a él—y todo lo que eso significa—sus caras estaban frente a frente—te haré mío.

—Si es lo que quieres—cerro los ojos, para evitar salir corriendo.

Con cada caricia que profanaba su cuerpo, se sentía asqueado en verdad, sentía su piel romperse ante el salvaje trato de su acompañante, tan vacío como nunca se sintió en el pasado, con cada beso su repudio hacia él mismo crecía. Pero se había resignado a ser feliz, si Ren era realmente su destino como le había dicho una vez, si ese era su castigo por todas sus malas acciones, entonces, iba a aceptarlo sin discutir, con la única promesa, de que nadie heriría a las personas que amaba.

Imagino a Shizuo tocándolo, como cuando eran estudiantes, tan suave y cálido, como si él fuese el cristal más frágil del mundo, cada dulce beso con sabor a fresas, esa fragancia a rosas que inundaba su habitación, solo sus preciosos recuerdos le mantuvieron firme para soportar aquellas noches llenas de orgasmos y suciedad que Ren dejaba en su cuerpo cada vez que lo deseaba.

Rosez |Shizaya|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora