Capítulo 25

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Se removió inquieto, pero un peso en su cuerpo no le permitió levantarse, abrió los parpados lentamente, miro el pecho de alguien, era amplio y fuerte a simple vista, le calmo la adrenalina en el cuerpo, recorrió con sus ojos su cuello hasta su clavícula y luego a su cara, ese rostro que amo desde que lo conoció, ahora recordaba con claridad el día en que fue a salvarlo de su compañero de clase en kindergarten que se burlaba sobre él.

¿Cuánto habían cambiado desde entonces? Conociendo a Shizuo, él no lo habría olvidado tan fácilmente luego de que se mudara de casa, no, seguramente había seguido pensando en él, preocupándose como siempre hacia, ahora entendía porque lo olfateo el primer día de clases en la preparatoria, quería confirmar que se trataba de él.

Shizuo era el único al que podía amar, nunca hubo nadie más capaz de tomar su lugar, siempre lo estaba observando, sus ojos jamás perdían ningún pequeño gesto de ese hombre acostado a su lado, retiro el anillo de su mano izquierda que siempre buscaba a su dueño, lo puso en el dedo anular derecho del rubio, el lugar que le pertenecía desde su niñez, dio un beso en su mejilla, se sentó lo mejor que pudo en la cama sin perturbar el sueño de su acompañante.

—Está nevando de nuevo—miro la nieve caer por la ventana, sonrió divertido de sí mismo y aprecio su mano que en su sueño había sostenido la rosa—amo estar vivo, gracias—siguió apreciando la nieve.

Los ojos marrones de Shizuo apenas se abrieron, buscaron el rostro de Izaya, encontró su espalda desnuda con los cardenales que su boca hizo, pero la suave piel blanca se mantenía ahí, incitándolo a morderlo de nuevo.

Vino a su mente la infinidad de veces que aprecio esa espalda ligeramente encorvada, Izaya siempre se sintió presionado y temeroso de su entorno, no podía respirar tranquilamente aunque estuviese con sus amigos charlando, mantenía su guardia arriba todo el tiempo como si eventualmente esperara lo peor, no le gustaba verlo de esa manera, aunque Izaya lo solía ocultar, fingiendo reír todo el tiempo, demostrándoles a todos que estaban equivocados sobre él.

Realmente Shizuo jamás pensó en hacer algo para ser aceptado por el resto de las personas, poco le importaba lo que pensaran sobre su fuerza o su personalidad, después de todo, eso no cambiaría quien era en el fondo, pero Izaya era completamente lo opuesto, un niño solitario que buscaba tener amigos y ser aceptado, siempre intentando con mucha determinación ser amado por los demás, incluso, cuando decía no necesitarlos o temiera ser traicionado y dejado de lado.

Pero él estaba ahí, siempre estaba ahí para sostenerlo, para apoyarlo y decirle: No estás solo.

Le escucho murmurar algo.

— ¿Con quién hablas? —Se levantó, besando su nuca, lo sintió estremecer ante sus labios y le encanto—deberías estar durmiendo.

—Shizuo—el rubio se colocó detrás suyo, pegando la frágil espalda a su varonil pecho—puedes huir ahora, no te detendré si decides obtener tu libertad—el rubio entrelazo sus manos con las de su amante—¿Qué escogerás?

—Seré la luz que te guiara en la oscuridad, seré el calor que te abrigara en invierno—mordió el hombro del chico—seré tu guardián y el que borre las lágrimas de tu corazón, te daré toda la felicidad del mundo y jamás, juro que jamás te voy a olvidar—miro seriamente a Izaya, tomo sus manos unidas por la alianza, susurro entonces a su oído—y nunca más, voy a dejarte solo—pego sus frentes—porque te amo y nada ni nadie, puede cambiarlo.

—¿Por toda la eternidad? —tomo su cara entre sus manos.

—Por todita la eternidad—fue el beso más dulce y placentero que jamás hubiesen sentido, como si toda la felicidad del mundo se hubiese acumulado en ese único acto físico, sus corazones latían al mismo ritmo, era perfecto.

Hicieron el amor hasta caer nuevamente dormidos, al despertar siguieron en ello, compensando cada día sin haberse podido amar correctamente.

Rosez |Shizaya|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora