Capítulo 15

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Como un destello de luz, vino a su mente el valioso objeto que había recogido del suelo cuando tacleo a Ren, le observo detenidamente, aunque parecía amenazador, también lucia con tanto miedo, reparo en la cicatriz que le había hecho en la car la primera vez que se enfrentaron, se preguntó cómo había tenido tanto valor en ese entonces para hacer aquello.

Aunque Shizuo no recordaba nada de lo ocurrido hace años, estaba tan feliz de que estuviese ahí, tratando de protegerlo, se dio cuenta que por más que había intentado alejarlo de ese asunto, había terminado igual de metido que antes. Le causo gracia recordar el primer momento en que lo conoció, cuando olfateo su cuello sin considerar su proximidad. Él nunca había sido una mala persona, agradecía siempre por el amor que le dio cuando eran jóvenes.

Shizuo Heiwajima le había salvado de su soledad hace mucho, ahora, era tiempo, de regresar esa amabilidad.

—Lo siento Ren—el hombre le miro al escucharlo—aún tengo una deuda que saldar—con su mano derecha sujeto firmemente la jeringa, la clavo en su costado liberando el líquido adentro.

Reacciono naturalmente al dolor, aparto a Izaya con más fuerza de la que hubiera querido, escucho el cristal romperse detrás suyo, de reojo vio el cuerpo del pelinegro asomarse al vacío, giro para sostenerlo pero el ardor del suero y las balas le dominaron, antes de caer miro el cuerpo de Shizuo pasar a su lado, con el atardecer golpeándolo haciéndolo brillar como a un ángel bajando del cielo.

Se entristeció enseguida, siempre había querido ser como él para estar al lado de Izaya sin ningún remordimiento, siempre había cometido errores desde que nació, nunca hizo nada bueno por nadie más que no fuera el mismo, aunque también quiso ser una buena persona a veces, ¿había sido por la educación que recibió? ¿Por los genes de sus padres? Quizás, no merecía ser amado como una vez le dijo su madre cuando era pequeño, ¿Por qué no lo amaban? ¿Era debido a que era un mostruo? Pero también tenía corazón, ¿estaba bien no ser amado?

Pero ahora, también estaba bien, porque sabía, que Shizuo no dejaría morir a la persona que los dos más amaban, sí, ya podía dejar esa infeliz vida atrás junto con todo el dolor que había acumulado.

—Izaya—susurro sin aire—se—su corazón de detuvo—feliz—su último suspiro se mezcló con la suave brisa del atardecer.

—¡Toma mi mano! —grito.

—¡No alcanzo! —le respondió tratando de estirar su brazo.

Shizuo pego los brazos a sus costados para ganar velocidad, volvió a estirar su mano, rozo los dedos de Izaya y entrelazaron sus manos.

—Te tengo—sonrió—nunca había intentado volar, no está mal.

—Deberíamos hacerlo una segunda vez—los destellos del atardecer los saludaban, una suave brisa parecía haber frenado lentamente su descenso—¿Por qué lo hiciste?

—Aun no lo sé—respondió sinceramente—quizás mi cuerpo recuerda eso que yo no—miro sus ojos, la luz los hacia resplandecer como verdaderas joyas—si pienso en que no te volveré a ver, creo que intentaría seguirte.

—Te amo—las gotitas saladas iban hacia arriba—siempre te he amado—el rubio le acerco a su cuerpo, lo envolvió entre sus brazos, esa fragancia a rosas, era tan familiar, la había añorado tanto.

—Todo está bien—acaricio su cabello, miro el suelo aproximarse más a sus cabezas—te amo más que a nada.

Ambos cerraron los ojos, inmersos en la calidez de sus cuerpos, no importaba nada mas ya, el dolor se había marchado, los buenos y malos momentos se mostraron en sus mentes como una vieja nostálgica cómica película, una que solo ellos habían grabado, de la cuales, eran también, los únicos espectadores.

Al fin, todo terminaba, podían dejar esos mundanos deseos que los ataban.

Al fin, ya podían ser libres.

Rosez |Shizaya|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora