EMPTY FAME | YOONMIN

Veintinueve

- J - 

Es miércoles, el aire afuera es caluroso a pesar de que el sol está escondido tras las nubes, pero el ambiente dentro de la pequeña oficina de recaudación es hostigante. Para mi suerte no estoy mucho tiempo encerrado en ese lugar y salgo luego de un par de minutos.

Cierro la puerta detrás de mí soltando un suspiro. Necesitaba salir de ahí. El aire acondicionado allí dentro estaba haciendo que comenzara a asfixiarme.

Camino hasta la salida de la academia sintiéndome un poco avergonzado por la reciente charla con la mujer de recaudación y tomo un taxi hasta mi edificio. Tendré que llamar a mamá en el camino y preguntarle por qué olvidó pagar mi mensualidad.

Cuando llego a casa lo primero que hago es cambiarme de ropas, tomar mis cosas y mensajearle a Jungkook al trabajo avisando que iría a mi pueblo de visita. Decidí que era mejor visitar a mamá en vez de pegarle un telefonazo. La extraño y con todo lo que ha estado rondando en mi mente estos días necesito uno de sus abrazos.

Sentado en el tren, rebusco entre mis cosas los auriculares y mi teléfono para escuchar un poco de música. No dejo de pensar en cosas que hacen que mi estómago se sienta extraño, y con aquello me refiero a Jisong. De solo recordar su nombre me siento ansioso y me obligo a prestar atención a los árboles y pequeñas casas pasar al otro lado del cristal para despistar mi cabeza.

Pasada una hora despego mi cabeza de la ventanilla y masajeo mi cuello adolorido. Sin darme cuenta me he quedado dormido, pero gracias a eso el viaje se me ha hecho muchísimo más corto.

(...)

Conozco el pueblecillo como la palma de mi mano. Camino por el sendero que da a la calle principal sin asfaltar notando al padre de Jungkook charlar animosamente con unos hombres al otro lado de un huerto cercado. Sigue sorprendiéndome lo mucho que se parece a mi mejor amigo, de seguro Jungkook será idéntico a él cuando mayor.

El ambiente en el campo es enérgico y hay varios trabajadores por todas partes, al parecer hay mucho que hacer: algunos hombres haran la tierra, otros cosechan verduras, y otros venden sus productos en algunos puestos rodeando la calle.

Estar de vuelta en mi pueblo produce una agradable sensación dentro de mi pecho, adoro la huella hogareña que ha dejado este pueblo y la gente en mí corazón.

Pasada una media hora siendo detenido en recurrentes ocasiones por las personas que me reconocían y querían saber sobre mi estadía en la ciudad, al fin llego a casa.

Las vallas pintadas de café que rodeaban un gran árbol con pequeñas florecillas en sus raíces ahora solamente rodean un árbol con suelo muerto. Está seco como si alguna vez se le hubiese prendido fuego. No hay ni un rastro de lo que fueron aquellas flores tan hermosas que me gustaba apreciar cuando llegaba a casa.

Decido pasar aquello por alto un poco sorprendido porque mi madre al ser tan amante de las plantas jamás hubiese dejado que eso pasara, pero lo que me descoloca es que las demás flores están igual de muertas y secas que la tierra bajo el árbol. Absolutamente todas las plantas están marchitas.

Camino hacia la puerta sintiendo mi corazón apretarse como si lo estuvieran estrangulando.

¿Algo le habrá ocurrido a mamá? ¿Habrá enfermado? No puedo evitar sentirme mal hijo por no haberme dado cuenta.

Apresuro mi paso hasta llegar a la puerta y quito mi vista de las flores marchitas que cuelgan de unos maceteros por la ventana para tocarla con mis nudillos.

Mamá aparece del otro lado con el cabello recogido en una coleta y algo de ojeras bajo los ojos, pero aun así luciendo cansada sonríe al verme y rodea mi cuerpo con sus largos brazos para abrazarme como si no me hubiera visto en miles de años.