Treinta y siete

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- Y - 

Ya es jueves y van a ser casi las cuatro de la tarde, lo que significa que voy atrasado a la tarea más importante de mi semana: visitar el café.

Fui un fracaso al intentar mantenerme alejado de cierta persona, pero lo intenté y lo sigo haciendo. Por supuesto que todo termina en un fiasco total porque sigo yendo a verle todos los días antes de irme al trabajo, pero lo intento.

Pateo la pequeña piedrecilla que se interpone en mi camino hasta el café sin quitar mis manos de los bolsillos. Visto casual con jeans rotos y una playera friki que pedí por internet, así nadie se enteraría de quién soy realmente.

Cuando abro la puerta de la cafetería voy rápidamente hasta una mesa alejada y me dejo caer en una silla fingiendo leer el menú. No puedo creer que ya me lo sepa de memoria. Es lo que tiene estar dos horas leyéndolo para esconder mi cara y evitar mirar a Jimin o alguna otra persona que me descubra.

Pido un café helado para hacer tiempo. Jimin aun no llega y me parece bien porque suelo llegar mucho más temprano que él para que no me vea aparecer por la ruidosa puerta principal.

Tras de mí hay un gran ventanal por el que se puede ver la calle. Los autos avanzan por la pista y las personas caminan apresuradas por la acera con las manos en los bolsillos y las cabezas gachas como yo hace un momento. Es como si cada uno quisiera pasar desapercibido ocultando su propia historia, como yo, una persona que anhela ser una más del montón.

Echo un vistazo a la tarima vacía cuando han pasado unos diez minutos y desvío mi mirada por las mesas a mi alrededor. No hay mucha gente, pero me produce cierta satisfacción ver las mesas perfectamente alineadas con cuatro sillas rodeando cada una; todas con un servilletero al costado de un colorido jarrón con una flor dentro.

En el fondo, un mostrador con adornos y cintas de colores resguardan a un tipo que chequea algo en una pequeña máquina. Hay unas butacas entre las mesas y el mostrador, pero nadie sentado en ellas.

Un olor agradable a vainilla pasea por el lugar de repente y noto que se trata de una bebida caliente que trae uno de los meseros. El tipo deja el pedido en la mesa del rincón y se marcha con una sonrisa. La clienta parece disfrutar su café amarillento. Desde mi posición veo como sopla una cuchara alargada luego de endulzar aun más su bebida. He probado ese tipo de café, y según yo no hace falta agregarle más azúcar a no ser que quieras morir de diabetes.

Vuelvo a revisar la hora en mi móvil. Han pasado casi veinte minutos desde que estoy aquí y Jimin ya debería estar sentado arriba de la tarima. No pasa nada, un atraso leve no mata a nadie.

Excepto a mí porque cada segundo escuchándole es sagrado.

Vuelvo a pedir otro café helado, esta vez acompañado de una tarta de manzana. 

Los minutos pasan y ni rastros de Jimin. Una pareja de chicos son mi distracción por el momento. Uno de ellos no deja de hacer bromas acerca del partido pasado en su universidad y el otro comenta que le gustaría aprender baloncesto. Admito que a mí también me hubiera gustado aprender baloncesto, pero nunca tuve tiempo y ahora tengo que conformarme con verlos por la televisión o comprando entradas para verlos en vivo. Hace mucho que no voy a uno. Tal vez debería conseguir un par de entradas y distraerme un poco. Quizá conseguir dos o tres, para ir con...

Para ir sólo. Hubiese sido fantástico que a Taehyung también le gustase el baloncesto.

Pido otro café, y otro más; pido el último cuando ya no cabe más líquido dentro de mi cuerpo y cuando vuelvo a ver la hora, decido que es momento de irme. Él no vendrá.

EMPTY FAME | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora