23. Escondite

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-¿Intentar decirme qué?- Preguntó el castaño con cierta frialdad, a su lado estaba el comunista, con una cara de cansancio y de seriedad.

Matt y Tom se sorprendieron, se asustaron increíblemente, ¿cómo había escuchado? ¿Acaso tenía un oído ultrasonico o qué?

-H-hola Edd...- En ese mismo instante Matt sintió el verdadero terror.

-¿Qué hicieron?- Edd enojado fácilmente se podía comparar con el diablo.

-Oye, a mi no me involucres- Soltó rápidamente el testigo, nervioso.

El mayor fulminó con la mirada por un segundo al de cabellos de puntas y luego al narciso, mami Edd está a punto de atacar. Tom pensaba seriamente en escapar.

-Explica lo que sucedió- Exigió.

-Ehm, lo puedo hablar en el recreo...-Era realmente malo en excusarse, ni si quiera lo intentaba.

-La clase ya terminó- Interrumpió Tord, también quería saber lo que sucedió. Por alguna razón la clase se había cortado y había bastante tiempo libre.

-Pero... se tienen que asear, no sean asquerosos- Matt no se iba a rendir tan fácilmente. Estaba aterrorizado pero no iba a caer.

-Esta bien, pero recuerda que igual tendrás que decirlo- Comenzó a caminar hacia una puerta que daba la entrada al edificio, lo siguió Tord sin decir alguna palabra.

-¿Qué harás ahora?- Sentía la inquietud sobre el incierto futuro que pasarían.

-No sé.- Cierto temor salió de su boca.

-¡¿En verdad dijiste que fue Eduardo?!- Exaltado murmuró para que nadie más los escuchara.

-Dije que eran unos chicos casi iguales que nosotros...-Lo pensó por un momento- Aunque me había dicho que antes había llamado a otro chico, lo había confundido con uno de nosotros.

-Bueno... Solo queda pedir un milagro.- Resignado, tal vez este era el final, Tom ya podía sentir el regaño de sus padres hacía él, el termino de su fracasada y corta vida.

-¡No! ¡Vamos a salir de esta!- Con furor el narciso comenzó a correr hacía la entrada del edificio, el de ojos negros ya no lo vio más.

Ojalá se lo hubieran llevado alguna fuerza del más allá.

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Caminaba con sosiego los pasillos del instituto. Hace bastante tiempo había perdido totalmente a Matt. Tampoco lo iba a estar buscando, así que con nada más que hacer se dirigía a su sala de clases.

No era un paranoico, pero sentía las miradas de los pocos estudiantes que estaban presentes, ya no podía llamar más la atención, desde esa fiesta, donde lo poco que tenía de dignidad, lo había perdido para siempre.

Sonrosado de la vergüenza (también de la pena), pensó en nunca más tomar alcohol. Algo totalmente irreal y una mentira muy nombrada por su persona.

Cruzó el umbral de la puerta, a varios pasos el temor lo inundó al encontrarse que no había nadie en la sala, solo los tres chicos sentados arriba de la mesa del profe, los mismos que en la mañana se habían tomado el tiempo de amenazarlo y además con cara de muy pocos amigos.

Santos gatitos en una montaña rusa, lo que faltaba.

-Tú, el de ojitos negros, ¡escúchame!- Luego de eso, Eduardo le susurró al oído a Mark, el chico del acento raro con ímpetu se abalanzó hacia el inglés y lo acercó más hacía el moreno.

Apuesta.《Tordtom》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora