Trece

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Lamentablemente, no pudimos juntarnos en toda esa semana, sino que dos semanas después en un fin de semana largo en la casa del Joaquín.

—Wena po, Joaco — le dije apenas me abrió la puerta. El loco estaba en short y una musculosa donde se le notaban sus brazos flacos.

—Pasa — me dijo y entré a su casa.

—Traje chelas y hueas pa comer — fui directo a la cocina, porque ya teníamos caleta de confianza y conocía su casa como si fuera la mía.

El Joaco me siguió y cerró la puerta de la cocina.

—Hueón, si te queri meter a la piscina, te cambiai en mi pieza nomás — me avisó y asentí, mientras dejaba las bolsas en el mesón.

—¿Las cabras están en la piscina ya? — le pregunté y negó.

—Se están cambiando — me contestó.

—Hace un calor, así que me voy a cambiar al tiro — le dije y me fui a cambiar, miercale.

Subí las escaleras, busqué la pieza del Joaco y entré nomás. Tiré la mochila a la cama y me saqué los zapatos y la polera. De repente, comencé a escuchar hueas en el baño de la pieza, pero lo ignoré, porque sabía que no había nadie y los papás de mi amigo no estaban en la casa. Me quité el pantalón y me puse el short con el que me bañaba, tomé mi toalla e iba a salir, cuando se abrió la puerta del baño y vi a la Rebeca con su traje de baño.

—¡Ay, hueón, me asustaste! — cerró los ojos de golpe y se rió.

—Perdón — le sonreí.

—Puta que te veis rico, hueón — se llevó las manos a los ojos y se tapó.

—Yiaaa, si soy un palo flaco y blanco que no tiene ni un brillo po — le dije y se rió.

—Ay, pero erí el palo más lindo que he visto — me huebeó y me abrazó. Apenas sentí su piel entrar en contacto con la mía, sentí algo dentro de mi moverse.

—Que eri tierna — dije entre risas. La abracé y dejé una de mis manos en su pelo.

—Ya, mejor me apuro, porque sino nos van a huebear — se soltó de mi y salió de la pieza.

Me quedé pensando en ella y me di cuenta que me encantaba totalmente, realmente me hacía feliz solamente existiendo y sabía que esa sensación rica no se iba a ir por un largo tiempo.

[...]

—¡Ya po, Diego, metete! — me gritó la Monse desde la piscina. Yo estaba sentado en la orilla, mojándome las patas nomás.

—Yapo, ahueonao, entra — me dijo la Rebe y sonreí.

Desde que me "metí" a la piscina, me di cuenta que a la Rebe le caía mejor la Monse y estaba contento por eso, porque sabía que le costaba manejar a las personas extrovertidas como la Monserrat.

—¡Joaco! — grité y el hueón salió de la casa para vernos.—Metete po culiao, si es tu piscina — le dije y las cabras se rieron.

El Joaquín me sonrió y se dio impulso para correr y tirarse a la piscina. Vi como la Rebe nadó hasta mi y antes de que mi amigo cayera en la piscina, un par de manos agarraron mis pies y me tiraron hacia el agua. Por un par de segundos, mi corazón se aceleró, pero me di cuenta que me había sido mi polola y se me pasó. Con mis brazos, me impulsé para estar en la superficie y poder respirar.

—¡Maldito conchetumare! — escuché de parte de la Monse y el Joaco soltó una carcajada sonora.

—¿Que te pasó? — le pregunté, moviendo mis brazos para no hundirme.

Pa callao'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora