Veintitres

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Las siguientes horas después de aquello fueron angustiantes, ya no sentía mis piernas y llevaba más de dos horas sentado en la misma silla del hospital desde que todo ocurrió.

—Hijo — escuché y levanté la mirada. Había llegado mi mamá, porque la llamé súper angustiao.

—No sé qué le pasó — susurré y me tiré a sus brazos para que me abrazara.

—Tranquilo, mi niño — susurró contra mi oído y me puse a llorar.

—Es que la vi tan mal — susurré de nuevo.

Luego de la prueba de embarazo, no tuvo otro síntoma. Fue como si todo hubiese desaparecido y no era necesario, según ella, ir al médico. No fue así, sabía que debí presionarla con ese tema, pero estaba tan ocupada estudiando para la Psu y ayudándole a su mamá que ni siquiera quería pedirle que saliéramos.

—Diego — escuché y me separé de mi mamá para darme vuelta y ver a mi suegra llorando.

—Perdón, yo no sé qué le pasó — le dije y negó.

—Tranquilo, mi niño, no es tu culpa — mi suegra me abrazó y mi mamá nos quedó mirando.

Se separó de mi y saludó a mi mamá. Ya se conocían y se llevaban súper bien, huea que me hacía sentir paz interna.

—Estoy aquí por si necesitan algo — le dijo mi mamá a mi suegra.—Ustedes son como de la familia, así que no dudes en llamarme si la Rebeca necesita algo, por favor — agregó y me enjugué las lágrimas a su lado.

—Gracias, Victoria — respondió mi suegra y se abrazaron.

Todo parecía de película, una película bastante mala y triste que quería que acabara pronto.

[...]

Eran las ocho de la tarde, más o menos y mi suegra me pidió que me fuera a descansar porque iba pa largo que le dieran alguna respuesta o algo, así que mi mamá me fue a dejar a la casa.

—¿Tienes llaves? — me preguntó y negué.

—Me las quitó el viejo — le respondí.

Era verdad. Me las había quitado hace dos semanas, porque llegué a las cuatro de la mañana un poco ebrio.

—Mmh, me lo imaginaba — paró en frente de la casa y se estacionó rápidamente.—¿Sabes qué?— dijo y me miró.—Te vas a quedar conmigo hasta que la Rebeca se ponga bien y esté estable, porque tu papá es un animal insensible que no lo entendería. Bajémonos que iré a hablar con él — me dijo y la quedé mirando.

—¿En serio? — le pregunté asombrado.

—Sí, Diego, iré a hablar con él — se quitó el cinturón y nos bajamos del auto.

Fuimos hasta la puerta de la casa y golpeé un par de veces, hasta que abrió mi papá. Se quedaron mirando y sentí algo de incomodidad.

—Pasen — dijo mi papá, sin inmutarse.

Entramos a la casa y me sentí más tenso.

—Diego, solo echa lo que necesites — me dijo mi mamá y asentí.

Salí de ahí y subí las escaleras rápidamente. Entre los pasillos, me encontré a la Lorena y recé internamente para que no bajara y viera a mi mamá con mi progenitor, porque sabía que era una celosa nivel mil. Entré a mi pieza y saqué rápidamente una maleta pequeña que tenía, allí puse mi ropa y absolutamente todo del colegio culiao y en menos de diez minutos, estaba abajo queriendo irme con mi mamá.

—Cuídalo, Victoria — alcancé a escuchar cuando bajé las escaleras.

—Vamos, Diego — susurró mi mamá y me dirigí a la puerta de una.

Pa callao'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora