Veinte

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La Rebeca al final terminó en cama y había faltado dos días. Me sentía bajoneado, porque hablábamos poquito y no la podía ver. Iba saliendo del colegio, cuando sentí que alguien se puso a mi lado.

—Oye hueón, sorry — susurró y lo miré. Era el Joaquín.

—Tranqui, hueón. Las disculpas dáselas a la Rebeca — le dije y asintió con vergüenza.

—Nos vemos más rato — contestó medio pesado y se fue.

Había sido raro, él estaba raro desde ese día en que la Rebeca le paró los carros y en los días que pasaron, ninguno de los dos nos acercamos o hablamos del tema.

Salí un rato de mis pensamientos y sentí el celular vibrar. Caminé un par de cuadras, entré a un negocio y compré una galleta salada. Estaba cagao de hambre. Mi celular volvió a vibrar, así que metí la mano en el bolsillo derecho y lo saqué pa ver quién era.

Viejo culiao💀

+Vas a venir a comer?
+Te esperaremos con la Sofía y la Lore.
+Confirma si llegarás

No.
Voy a comer en otra parte, el Martín me invitó a su casa.

Respondí y silencié un rato el celular para que no me siguiera huebeando. Una vez que salí del negocio, me fui caminado hacia la casa de la Rebeca.

[...]

Toqué un par de veces la puerta y me abrió mi suegra.

—Diego, pasa — me sonrió apenas me vio.

—Gracias. ¿Cómo está? — le pregunté, una vez dentro de su morada.

—Preocupada por la Rebeca, ¿la vienes a ver? — me preguntó con un brillo en sus ojos.

Internamente sabía que mi suegra me adoraba, ah.

Culiao que se quería.

—Sí, es que me siento raro sin verla — le dije y soltó una risita pequeña.

—Ya, pasa nomás — me dio permiso la tía y subí las escaleras.

Caminé por los pasillos y me sentí un poco nervioso cuando vi su puerta cerrada. Toqué despacito dos veces y abrí la puerta un poquito, la vi acostada y con su cabello súper ondulado. Asomé mi cabezota por la puerta y sus ojos color almendra conectaron con los míos inmediatamente.

—¡Amor! — dijo apenas entré a la habitación completamente. Cerré la puerta a mis espaldas y caminé hasta su cama para abrazarla.

—¡Mi bambina! — abrió sus brazos y me hundí en ellos, obviamente me senté en la cama y sentí tan acelerado el corazón.

—¿Que estai haciendo acá? — me preguntó cuando se separó. Podía ver su emoción a través de sus ojitos.

—Nada po, te vine a ver — le contesté.

—Tan amoroso, bonito — me hizo cariño en la mejilla.

—¿Cómo estai? — le pregunté y suspiró.

—No muy bien. Me siento súper decaída y todo me da náuseas, aparte me duelen los senos y los brazos — respondió y la tomé de la mano.

Pa callao'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora