Cincuenta y cinco [Final II]

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Nos levantamos con la Rebe y encontramos a mi mamá desayunando.

—¡Siéntense conmigo a tomar desayuno! — dijo apenas nos vio.—¿Cómo durmieron? — preguntó mi mamita.

—Bien, aunque soñé puras tonteras — respondí.

—Yo dormí bien — contestó la Rebe.

—Que bueno, mis amores — respondió mi mamá súper amorosa.

—¿Y qué onda el tipo con el que estabai ayer? — le pregunté a mi mai, mientras le servía té a mi polola.

—Ah nada, un amigo — dijo y le dio un mordisco a su pan.

—Conozco esa mentira — huebee y la Rebe me miró.

—Lo mismo le dije a su hijo — susurró la Rebe, mientras se sentaba a la mesa.

—Yapo mamá, dinos la verdad — le pedí. Me senté igual y me serví un café.

—Pero Diego, no te vayas a enojar — me advirtió.

—¡Solo dinos! — dije emocionado porque quería que lo dijera.

—Ya sí, es mi pololo — admitió y me reí.

—No tiene mal gusto — dijo la Rebe y mi mamá la miró.

—¿O no? Es súper atractivo — le contestó mi mai y comenzaron a hablar entre ellas.

Mientras hablaban entre ellas, yo me quedé pensando y las miraba nomás.

[...]

—¿Estai lista, bonita? — le pregunté a la Rebe.

—Sí — respondió con una sonrisa.

Salimos de la casa y caminamos hacia el estacionamiento para entrar al auto. Mi mamá nos iba a llevar a la clínica, porque ella iba a estar cerca de ahí.

—Si me demoro mucho, me llaman nomás — nos dijo mi mai, antes de bajarnos.

—Bueno, chao, te quiero — le dije y cerré la puerta.

—Chao, nos vemos después — mi polola le dio un beso en la mejilla y se bajó.

—¡Que salga todo bien, mi niña! — le dijo mi mamá y sonrió la Rebe.

Partió y nos dejó al frente de la clínica.

—Creo que te quiere más a ti que a mi — la molesté y se rió.

—Naaaa, tu mamita es un amor — me dijo y me tomó de la mano.

—De ahí salí todo amoroso, ah — la volví a huebear. Comenzamos a caminar hasta la entrada de la clínica.

—Muy amoroso — confirmó mi polola hermosa, preciosa, divinidad de dioses, a mi lado.

Una vez adentro, tuvimos que esperar un ratito sentados.

—Oye Rebe, ¿estai segura que es acá? — le pregunté bajito. Habían puras personas de edad y algo me decía que acá no era.

—Me acabó de dar cuenta que no es acá — me dijo y se rió.—Es al otro lado — dijo y se sonrojó.

Nos paramos y tuvimos que subir al tercer piso. Caminamos por un pasillo largo y al final, estaba el papá de la Rebe, pero antes de llegar a él, nos encontramos de frente a dos personajes. Con la Rebeca nos quedamos mirando, mientras dejábamos de caminar.

—Mi ex favorita — comentó el hueon al frente de nosotros.

—Agustín, no ahora, por favor — dijo la Rebe con rabia.

Pa callao'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora