Cuarenta y cuatro

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Habíamos llegado a la Clínica con mi mamá y me enteré que la habían cambiado de pasillo y de habitación. Estaba en la parte de la Clínica más silenciosa y me ahogaba el saber que iba a estar allí por muchas horas. El olor a muerte volvió a mi.

—Diego — escuché mi nombre y me di vuelta. Me había hablado Alessandro desde el otro lado del pasillo. Se notaba afligido y muy tenso. Me acerqué a él.

—Buenas noches, Alessandro — le dije y me hizo un ademán con la cabeza.

—Buenas noches — respondió.

—¿Como está la Rebeca? — le pregunté y me senté a su lado. Mi mamá se quedó parada mirándonos.

—No lo sé, mi esposa acaba de entrar a hablar con el doctor — se quedó callado y tomó aire.—La encontramos casi inconsciente en su pieza, pensamos que se desmayó y se pegó en la cabeza así que la trajimos de inmediato — me contó. Estaba muy preocupado.—Nunca la había visto tan pálida y tan...no sé, casi muerta — agregó con miedo. El miedo en él se le salía por los poros y de hecho, a quién no le daba miedo esta situación.

—¿Ha salido el médico a decir algo? — le pregunté. El corazón me palpitaba demasiado y no sabía si estaba respirando o si simplemente ya estaba muerto.

—No, pero han salido muchas enfermeras, todas muy apuradas. Mi esposa acaba de ser llevada por una enfermera a no sé qué, pero estoy seguro que es acerca de nuestra hija — nos contó.

—Perdóname que me meta, Alessandro, pero tu esposa sentía que fue un error dar de "alta" a la Rebeca con la cantidad de quimioterapias que llevaba — le dijo mi mamá y él asintió.

—Ahora con esto quiere meter una demanda por casi una negligencia, pero realmente ni siquiera sabemos qué hacer — suspiró al final de la oración.

Ya me sentía incómodo en esas sillas, así que me volví a parar y me apoyé en la pared de al frente para dejar de lado el nerviosismo y el dolor de espalda que trae consigo esas sillas culias.

[...]

Eran las cinco de la mañana y seguíamos allí. Yo ya estaba cansado y solo en esa sala de espera culiá, ya que a mi suegro se lo llevó una enfermera a la habitación donde tenían en máxima observación la Rebe. Me estaba quedando dormido, cuando sentí olor a café y vi a mi mamá sentada a mi lado con un vaso en la mano.

—¿Donde estabai? — le pregunté y de su cartera sacó un mankeke

—Fui a comprar esto para ti — me dijo y me pasó la huea.

Tenía hambre.

Iba a sacar el primer mankeke cuando vi a mis suegros caminar hacia nuestra dirección. Me paré como si me hubiesen puesto un resorte y observé sus rostros.

—¿Cómo está la Rebe? — pregunté y mi suegra asintió repetidas veces con su cabeza.

—Estable — respondió.—Estará en observación y volverá a internarse para recibir las quimios — agregó. Se me apretó el corazón al escuchar eso. No quería que estuviese conectadas a mil hueas.—Anda a descansar Diego, nosotros te informaremos todo — me dijo y asentí.

Me despedí de ellos y me fui con mi mamá a nuestro hogar. Me sentía cansado y estaba pensando muchas hueas, no sabía ni qué decir.

Esa noche no la vi, ni la siguiente, ni la que venía después de la siguiente...

N//A: jaj me querrán matar

—WeaOriginal🌚✌🏻

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