capítulo tres.

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Choi Youngjae:

Literalmente no pude dormir más de dos horas porque la alarma me despertó, me puse de pié rápidamente para meterme a la ducha.

En absoluto quiero que alguien me vea. Por esto mismo, me demoré bastante poco, al salir me coloqué las prendas y fuí en busca de mis pertenencias.

Ordené la mochila, al revisar que efectivamente todo estaba listo, decidí en marcharme, para que no se me haga tan tarde. A pasos apresurados me dirigí a la puerta, agarré la manija entre mis manos, la giré de manera suave, la poca confianza que tenía en que me iba a marchar exitosamente se fue al mismísimo carajo...

– ¡Hey, mocoso!

Mi corazón dejó de latir, mi respiración no fue indiferente tampoco, esto era lo que estaba evitando.

A pasos de tortuga fuí volteandome, mis ojos no tardaron en expandirse a más no poder, bajaba con rapidez, por supuesto que sin dejar atrás la asquerosa sonrisa que se le forman en sus labios.

– ¿Qué... qué es lo que pasa? –  pregunté haciéndome el estúpido, traté de no verme tan nervioso, hecho un desastre, pero como siempre fuí un fracaso en mis intentos.

No respondió enseguida, fue acercándose hasta mí, suspiró hondo y elevó una ceja.

— ¿Qué es lo que sucede dices? ¿Me quieres bromear? No te hagas el imbécil conmigo, sabes bien lo que hago... —murmuró. Me rodeó entre sus brazos al solo estar a una escasa distancia entre ambos.

Ni siquiera tengo alguna oportunidad de escapar...

Los nervios se sentían mortíferos, cada vez se apoderaban aún más de mi anatomía. Intenté negar con mi cabeza, pero hasta para eso no servía en estos momentos.

– Hoy no... te lo suplico. – dije en un hilo de voz, al menos por un sólo día quisiera estar libre de toda esta mierda. Pero los milagros no existen en mí.

– ¿Te he dicho que me encanta contar los lunares cuándo tienes tu espalda expuesta sólo para mí? —relamió sus labios.

Estoy seguro que si mi madre hubiera estado aquí, nada de esto hubiera pasado. Ella no lo hubiera permitido, claro que no.

En un movimiento rápido ya me tenía completamente acorralado, dejándome sin esperanza alguna de escapar de él.

– No lo hagas... – susurré.

– Es tu culpa por tentarme, bonito.

No pude formular ninguna sola palabra, cerré mis ojos aplicando fuerza, cada vez se iba acercando aún más a mí rostro.

¿Por qué dice que es mi culpa? Yo jamás lo he tentado y no lo haría tampoco. Me da asco, no sé con qué confianza me dice eso.

Mi respiración comenzó agitarse, sus labios sobre mí cuello me estaban dejando una sensación horrorosa, pero eso no fue lo peor, me encogí por completo al sentir sus dientes presionar mi piel con fuerza, empezaba a dejar mordidas. Qué asco.

Luche con todas mis ganas, pero ni las patadas que lograba darle hacían algún efecto.

– ¡No lo hagas! – grité desesperado, dando un último golpe en su pierna.

Por unos segundos sentí un alivio al lograr que se alejara, pero no duró demasiado, me observó con el ceño fruncido. Sé perfectamente que este idiota va en serio.

– Si Chaerin se despierta debido a tu jodido escándalo, no sabes lo arrepentido que estarás después por eso —me amenazó.

Enrolló su brazo en mi cuello rompiendo la poca distancia que nos separaba entre ambos en un forzado y asqueroso beso. Me tomó por suma sorpresa, ya no quiero más...

Mí Ángel || 2JAE ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora