Capítulo 4:

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VICENZO:

Observo a Arlette dormida en el sofá de la oficina de mi padre por lo que parecen horas. He pasado los últimos dos días y noches buscándola a ella y a Flavio por todo Chicago cuando ni siquiera tuve que haber tenido que moverme. La respuesta de en dónde se encontraban vino al restaurante. Primero, Luciano convocó una reunión de emergencia con los miembros de La Organización que estuvieran en la ciudad, quiénes no le negarán nada de lo que pida, puesto que está haciéndose, en su mayoría, cargo de los negocios de Carlo, para informar que él se encargaría de Flavio, a quién secuestró el día que su padre murió, evento en el que Arlette terminó apareciendo y siendo traicionada por su guardaespaldas. En resumen, Luciano los tiene a todos agarrados por las bolas y no es en lo absoluto sutil al respecto. Incluyendo a Marcelo, quién luce como si estuviera empezando a arrepentirse de su decisión de colocarlo ahí. No solo se trata de intereses ecónomos, sino del montón de personas y sus destinos que ahora tiene en sus manos. El único mínimamente conforme es mi padre, quién se ha convertido en su aliado porque no tiene de otra. Aunque entiendo su decisión, Constantino perdió mi respeto hace tiempo.

Solo sé que si veo a Luciano cerca de Penélope, lo mataré.

Eres todo un desastre ─murmuro mientras me extiendo para colocar un mechón de su cabello castaño, casi rubio, tras su pequeña oreja.

Ni siquiera sé cómo sentirme con respecto a su aparición. Llegó viéndose hermosa, como un ángel caído que ascendió del infierno para vengar a su padre, pero los hombres al otro lado de la puerta consiguieron derrumbarla. Por más que quiera, no hay mucho que pueda hacer por ella después de que aceptara públicamente que asesinó a su padre, a su madrastra, a su hermanita recién nacida y a unos veinte hombres más.

Niego, una sonrisa tirando de mis labios. Es casi un chiste, pero no porque no crea que Arlette no pueda hacer algo así, sino porque sé que no fue ella. Loca o no, amaba a su padre más que a nada. Ama a sus hermanos. A su familia. Lo que ser un Cavalli significa. Es la persona menos culpable, pero la única que no tiene cómo defenderse. También está el asunto de que ha dejado sus pastillas, lo que no sé qué mierda significa, y de que no la han matado aún. ¿La exculparán de sus crímenes por su enfermedad? Tengo la sospecha de que, al igual que a Flavio, la necesitan viva para algo. Probablemente también al bebé, la cual se encuentra muerta en el fondo del mar según Arlette.

Esta vez no puedo evitar reír.

Aunque ellos la hicieron polvo, ella, una chica de dieciocho, consiguió la manera de hacer quedar a todos esos hombres de poder como estúpidos. Vi en sus ojos cómo genuinamente le creían. Acepto que yo también lo habría hecho de no conocerla tan bien como lo hago, Arlette es la reina de la manipulación, pero me resulta malditamente ridículo. No sabía si se trataba de su verdadera personalidad hablando o de un episodio de locura, por otro lado, así que la sedé antes de que pudiera enterrarse más profundo o alguno de esos imbéciles tomara mi lugar. Debido a que su sangre está acostumbrada a dosis más fuertes, estoy atento a que en cualquier momento se despierte. Para ello he tomado la prevención de atar sus manos tras su espalda y sus tobillos juntos. No quiero que se levante y salga y también admita haber causado la primera y la segunda guerra mundial. Si lo hacen, probablemente le creerán.

Ya que no tiene nada que ver con su familia, yo también.

─¿Vicenzo? ─murmura tras media hora de espera en la que papá entra un par de veces para ver si Arlette ya ha despertado, luchando contra sus ataduras a penas se incorpora y se da cuenta de que está inmovilizada.

Creo que los papeles se han invertido ─digo mientras me reclino hacia atrás en mi silla─. Ahora todos piensan que eres el jodido anticristo, menos yo. ─Le sonrío─. En este contexto, claro.

Cavalli © (Mafia Cavalli ll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora