ARLETTE:
Desde el momento en el que Vicenzo salió a hacerse cargo de la situación de Iván, una pequeña prueba que el ruso estuvo dispuesto a llevar a cabo por mí, no abandono mi oficina incluso cuando mi socio me envía un mensaje diciéndome que Vicenzo la pasó. Pudo controlarse. No asesinó a nadie impulsivamente, lo que es mi mayor preocupación con respecto a él. Además de mi prometido, tengo un montón de cosas en las que pensar. Un montón de jugadas que hacer. Me inclino sobre el ventanal con una copa repleta de champagne en la mano. Desde dónde estoy puedo ver el centro del jardín de rosas, una cúpula de hierro negro rodeado de una cascada. Antes solo era la cúpula, pero la cascada fue añadida con las reformas.
Estoy por ponerme a trabajar en revisar los informes diarios de nuestras empresas más importantes cuando abren la puerta sin previo aviso. Mis ojos se deslizan a Francesco. Al igual que Flavio, quiere ayudar, pero este no es su lugar. Que esté por debajo de mí no es lo que quiero para él. Es un desperdicio de recursos. Mi padre lo crió, así que está capacitado para más, pero perdió Sicilia. Lo culparía del todo por ello si la situación no hubiera estado lo suficientemente difícil por sí sola entes de la muerte de Carlo Cavalli. Aun así, debió esforzarse mucho más al tener todas las herramientas necesarias a su alcance. La preparación. La inteligencia. El poder. No honró nuestra sangre como debió haberlo hecho. Su corazón continuamente está interponiéndose entre lo que quiere y lo que debe hacer para conseguirlo. Hasta que no se lo arranque del pecho, no será absolutamente nadie.
─¿Qué sucede? ─le pregunto cuando se limita a sentarse frente a mí con la mandíbula apretada, todavía viéndose como el desastre que era cuando llegó hace unas horas y extendiéndose para servirse una copa de mi champagne.
─Necesito hacer más.
Suelto un suspiro, cansada.
Entre Flavio y él perderé los últimos ápices de cordura que me quedan. Hasta ahora Beatrice es la única de los Cavalli que no me trae innecesarios dolores de cabeza. Flavio es perfecto en todos los sentidos, como mi padre e incluso diría que mejor que él, pero su impaciencia me desespera. En algunos casos no es necesariamente una mala cualidad, pero en la mayoría de ellos, en los que hacen que corra menos sangre, sí lo es. Esto, sin embargo, es un defecto que parece caracterizar a los hombres de esta época. Se han olvidado del arte y el placer de planear.
─Estás a cargo del territorio de los Morello ─susurro en respuesta─. Eso es suficiente por ahora, Francesco.
Lidiar con pandillas no es mi estilo.
Tampoco el suyo, pero es lo que hay para él hasta que no sienta que pueda confiarle una tarea más grande. Si realmente quisiera un ascenso, se esforzaría en cumplir con el trabajo por el que algunos matarían. Luc, por ejemplo. Estar a cargo de lo que pertenecía a Salvatore significa ser el segundo capo más poderoso de la ciudad. Antes lo hacía Marcelo, pero debido a los últimos acontecimientos decidí transferirlo a Francesco. Las pandillas no se lo tomaron bien y por eso lo golpearon.
─No estoy de acuerdo.
Aunque no quería recordárselo, no me queda de otra.
─Perdiste Sicilia.
Francesco responde a lo que digo estrellando la copa aún llena de licor contra la parte superior de la chimenea. Me froto la sien mientras contengo las ganas de abofetearlo. Sé de lo que es capaz. No estoy cometiendo el error de subestimarlo. Solo no es el momento para utilizarlo.
─Sicilia estaba perdida antes de que llegara ─sisea, la ira gobernando sus ojos azules mientras desabotona la parte superior de su camisa como si esta le impidiera respirar─. Mi tío, tu padre, ¡nuestro maldito padre lo sabía! ¡Sabía que me estaba arrojando a los lobos! ¡Que no resistiría a una guerra de uno a mil y aun así me envío allá porque...!
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Cavalli © (Mafia Cavalli ll)
AksiUna buena hija. Una buena prometida. Una buena chica. Una buena princesa de la mafia siciliana. Solía ser lo que todos querían que fuera. Ahora, gracias a los asesinos de mi padre, el hombre más rico de la mafia siciliana, soy nada. TODOS LOS DERECH...