VICENZO:
Aunque todos tuvimos nuestro turno con el escolta de Porfirio, ninguno pudo sacarle una mierda porque el nuevo novio de Francesco no tenía ni idea de dónde se encuentra Pen. Sabía de ella, pero Porfirio no ha compartido su ubicación con nadie. Ya que jugamos con él más de lo humanamente aceptable, lo asesiné colocando una bala entre sus cejas con un silenciador y una almohada entre nosotros. Francesco, de mal humor, se limitó a beber toda la noche en el balcón con Emi mientras Flavio y yo nos deshacíamos del cuerpo. Fallamos. No pudimos encontrar a Penélope, por lo que ahora no nos queda de otra que negociar con Porfirio.
Debido al tema de sus hombres infiltrados y al hecho de que quiere que vaya a nuestro encuentro solo, los chicos se dirigen a un edificio cercano al sitio de reunión desde dónde Francesco desenfunda su rifle y yo me dirijo en un taxi al restaurante de mariscos frente a la playa sosteniendo el maletín con su dinero. No solamente llevo efectivo, sino también diamantes y un par de lingotes de oro. Ya que el día está malditamente soleado y caluroso, tomé un pantalón corto y una camisa que no abotono demasiado. Paso una mano por mi cabello, apartándolo de mi rostro, apenas coloco un pie en el local al aire libre. Está relativamente lleno de personas. No pasa demasiado tiempo hasta que encuentro a Porfirio sentado en una mesa. Sus hombres se aglomeran en la entrada como sus putos perros. Un par de ellos me revisan en busca de armas antes de permitirme entrar. Me dirijo hacia él esforzándome mucho por no ceder a la tentación de acabar con su existencia aquí y ahora.
─Llegaste ─habla en inglés con acento cubano, levantándose y apretando mi mano, un sombrero de paja sobre su cabeza. Enciende un tabaco al sentarse. Me ofrece uno, pero niego, mi mandíbula apretada y mis nervios a flor de piel debido a que estoy enfrente del hombre que se llevó a mi hermana─. Lamento que hayamos tenido que conocernos en estas circunstancias, pero tu padre tenía una gran deuda conmigo. ─Aplasta la punta de su tabaco contra un cenicero entre nosotros antes de volverlo a llevar a sus labios y hablar con él entre ellos─. Una grande.
Afirmo y coloco el maletín entre nosotros, poco interesado en escuchar sobre mi padre y cómo nos arruinó. Aunque lo que diga sea cierto, lo cual sospecho que sí debido al comportamiento de Constantino antes de morir, tiene a mi hermana y eso es todo lo que importa.
Con deuda o sin ella, habría pagado lo que sea.
─Aquí está tu dinero. ─Las cejas de Porfirio se juntan con confusión. Se alzan al abrir el maletín que arrastra frente a él. Me echo hacia atrás en mi asiento, evaluando su maldita reacción. Se ve impresionado de que haya conseguido el dinero tan rápido, pero también confuso y enojado. Exactamente como Arlette dijo que luciría porque esto no es lo que quiere─. Puedes contarlo.
Niega, tomándolo y colocándolo en el suelo junto a él.
─No hace falta ─responde entre dientes─. Mientras te cobro los intereses, tendré tiempo para contarlo las veces que quiera.
Las venas de mi cuello se hinchan.
─Cumplí mi parte.
Él afirma, de acuerdo, mientras le da otra calada a su tabaco.
─Sí, lo cual aprecio, pero no te daré a tu hermana hasta que me sienta recompensado por no haber ido tras tu familia cuando debí ─responde con la mandíbula desencajada─. Puedo garantizarte que está a salvo y bien cuidada. Nadie la tocará. Es mi único boleto de vuelta a Estados Unidos y no lo arrugaría.
Sin lucir impresionado por sus palabras, pues me habían advertido lo que quería, me inclino hacia adelante para que me escuche.
─Si me das a Pen, haré lo que quieras y no iré por tu cabeza apenas esto termine. ─Estoy seguro de que conoce mi reputación. Su actitud dura flaquea por un momento─. Si no lo haces no puedo garantizarte que no quiera matarte a la menor oportunidad.
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Cavalli © (Mafia Cavalli ll)
AçãoUna buena hija. Una buena prometida. Una buena chica. Una buena princesa de la mafia siciliana. Solía ser lo que todos querían que fuera. Ahora, gracias a los asesinos de mi padre, el hombre más rico de la mafia siciliana, soy nada. TODOS LOS DERECH...