Capítulo 1:

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VICENZO:

Las cosas cambiaron significativamente cuando mi compromiso con Arlette se rompió. Mi padre por alguna razón empezó a aislarse del negocio, dejándome a cargo de más tareas de la cuenta. Aunque fue un cambio inesperado, aprecié la oportunidad de demostrarle a sus hombres, ahora nuestros hombres, que soy más que el perro que él y Carlo ordenaban a su antojo. A pesar de que está a punto de jubilarse, tomo a Milad como mi mano derecha provisional. Él me ayuda a entender el manejo de los libros y la manera en la que mi padre selecciona a quién prestarle grandes cantidades de dinero. Es tan paciente conmigo que no puedo evitar encariñarme con el tipo. Hay mierda que por más que me concentro no entiendo a la primera explicación, sino unas cuantas después, pero hago mi mejor esfuerzo y por primera vez alguien más lo nota.

No solo él, sino también el resto de nuestros chicos.

─Imagino que ya te has dado cuenta de que muchas cosas en la mafia no están relacionadas con la sangre ─dice entre inhalaciones y exhalaciones de humo proveniente de su cigarrillo turco─. Sé que no es a lo que estás acostumbrado, pero es la parte fácil del trabajo. En meses, quizás semanas, será pan comido para ti. Eres intuitivo. Eso compensa el hecho de que aún no sepas nada sobre esconder dinero.

Hago una mueca.

─Prefiero que encuentres una puta para mí a tus charlas motivacionales. Es una mejor manera de darme ánimos. La única efectiva, en realidad.

Milad ríe.

─Mierda, chico, eres tan entretenido. ─Termino de colar unos cuantos miles en algunas facturas antes de cerrar el libro y concentrarme en sus palabras. Arlette hace cosas como esta con los ojos cerrados. La envidio tanto por ello. Me cuesta creer que su padre le haya enseñado, por lo que seguramente debió aprender por sí misma─. El lugar se está llenando.

Me encojo de hombros.

─Eso es bueno, ¿no?

Milad niega.

─No el lugar común, sino la terraza. ─Me mira. Hay sigilo en sus ojos, los cuales están enmarcados por mechones de su cabello plateado, así que lo tomo en serio─. Ha pasado algo importante, Vicenzo. Tu padre está aquí.

Mi padre, quién no ha venido al restaurante en días, sobrellevando su depresión en casa. Estoy de acuerdo con el hecho de que Carlo nos castigó cuando rompió mi compromiso con Arlette, los Ambrosetti le dijimos adiós a un ascenso seguro, pero también nos liberó. Debería, al igual que yo, enfocarse en la parte buena en lugar de solo en la mala. Si imitara su comportamiento perdería mi mierda. No solo estoy agradecido con su amigo por deshacer el nudo que me ataba a su hija, sino que a veces también lo odio por la magnitud de su poder sobre la vida de los demás. Estaba tan ansioso de obtener esto que no me di cuenta de cuán acostumbrado estaba a ser responsable de ella. Preguntarme su ubicación o cuál sería su siguiente paso para arruinarme era mi ritual de cada día.

─Vamos a echar un vistazo.

Salgo de la oficina de papá tras tomar mi chaqueta de cuero de uno de los muebles. Ya que en ocasiones tengo que desplazarme de un lugar a otro y Constantino no se halla cerca para sacármelo en cara, dije adiós a los trajes. Como Milad dijo, cada silla en el área de la terraza se encuentra ocupada. También hay hombres y mujeres de pie. Marcelo y los grandes capos, el concejo, están aquí. La última vez que este sitio se llenó de esta manera de personas de la Cosa Nostra terminó en muerte. Alzo una de las comisuras de mis labios cuando la mirada de Mariano Borgetti se cruza con la mía. Él rápidamente la desvía a otra dirección, sus puños apretados. Su brazo sigue enyesado y en un cabestrillo. Su mandíbula ya sanó, lo que lamento. Debí haberla golpeado más fuerte. Escuché el rumor de que necesitó una operación para poder salvar su ojo izquierdo y aún así perdió el cincuenta por ciento de la capacidad de visión de este. Bien. El imbécil se lo merecía. La acechó sin derecho a ello. Causó moratones en su piel. Ni siquiera yo traté así a Arlette. No sin motivo alguno.

Cavalli © (Mafia Cavalli ll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora