VICENZO:
Tras solo un par de días trabajando como el guardaespaldas de Arlette, en realidad uno solo, me siento aliviado de volver a un sitio que aún siento como mi lugar. Aunque papá ya no es el jefe y la manera en la que sus hombres lo ven ha cambiado, seguimos estando a cargo. Sigo, con la ayuda extra de mamá, en realidad, debido a que el saco de mierda ha decidido volverse un alcohólico y pasar veinte de las veinticuatro horas del día frente a la barra de la terraza. Me avergüenzo una vez más de llamarlo padre cuando, una semana después de la última vez que vi a mi prometida, tengo que pasar mis brazos por su axila para arrastrarlo a la entrada.
La mirada gris de mamá se entristece cuando me ve llegar con Constantino inconsciente entre mis brazos.
─No has hablado con él aún, ¿verdad?
Niego.
─No estoy listo.
Tras ayudar a sus guardaespaldas a meterlo en el auto, Milad echándome una mano, y verlo partir con mi madre dentro, le echo un vistazo al estacionamiento. Son las tres de la mañana. Papá se desmayó tan solo unos minutos atrás. Si me hubiera acercado a él antes de eso, no habría podido diferenciar entre cualquier otro hombre y yo. Habría puesto una bala en mi cabeza como ha hecho con todos los que he enviado a detenerlo para que deje de hacer el ridículo y vaya a casa durante estos días, haciéndome preferir mil veces su tipo de depresión después de la ruptura de mi compromiso con Arlette a esto. Al menos en ese entonces no estaba forzado a verle la cara cada día. A verlo y recordar que toda mi infelicidad, mi obligación de compartir una vida junto a alguien que no amo como él ama a mamá, se debía a que él lo perdió todo y yo estaba pagando por sus pecados, lo que aún no sé por qué pasó. Milad no supo qué responder cuando pregunté. Él también desconocía la deuda de Constantino. Tampoco hay ningún tipo de documento en la oficina. No he intercambiado palabras con mi padre y la única otra persona que podría darme respuestas es Arlette, a la cual por razones obvias no le preguntaré a pesar de que sé que no me mentirá.
Sé que se regodeará de la verdad.
Que escupirá en mi rostro que eso nos pasa por la estupidez en nuestra sangre, pero también que existe la posibilidad de que me manipule a través de ello. Cuando las emociones y las palabras juegan a su favor, es capaz de lograr lo que sea. Es así como manipulaba a su padre. Cómo ahora lo hace con Marcelo y cómo acabó con Luciano. Cómo, probablemente, convenció a Jamie de matar a Salvatore Morello cuando nunca debió haberse topado con este este lado de reflejo de la realidad que no todos ver.
─Creo que vinieron a buscarte.
Afirmo cuando, unos minutos después de cerrar el restaurante y observar a mis padres irse, una caravana familiar de camionetas se empieza a acercar a Fratello's. Hago una mueca cuando identifico el Lamborghini blanco de Arlette moviéndose en zig zags en medio de ellos. Al parecer le ha tomado el gusto a conducir. Suelto un suspiro tras arrojar la colilla de mi cigarrillo al suelo y aplastarlo con la suela de mi zapato. Le doy las llaves de mi motocicleta y de mi casa a Milad. El hombre las acepta con expresión en blanco. Al igual que yo, no usa trajes para venir a trabajar. Solo camisas y pantalones de vestir. Siempre lleva un extraño amuleto colgado al cuello que aplasté en el interior de una de mis manos la primera vez que lo noté, poco después de que papá me dejara a cargo y se auto-designara como mi tutor, puesto que pensé que podría tratarse de un micrófono. Después de Tiffany y los acontecimientos recientes, todo puede malditamente pasar, así que no me habría sorprendido si hubiera resultado así.
Por fortuna, no fue así.
─Déjala en mi edificio. Puedes descansar en mi departamento.
Se encoje de hombros.
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Cavalli © (Mafia Cavalli ll)
AçãoUna buena hija. Una buena prometida. Una buena chica. Una buena princesa de la mafia siciliana. Solía ser lo que todos querían que fuera. Ahora, gracias a los asesinos de mi padre, el hombre más rico de la mafia siciliana, soy nada. TODOS LOS DERECH...