Capítulo 28:

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VICENZO:

Se convierte en un ritual. Después de cada partido que ganamos, voy a cenar con los padres de Delilah, me la follo a ella o a su madre en el baño del restaurante y Tanner me da cincuenta mil dólares al final de la noche. Para el final del periodo académico logro reunir doscientos mil. No es ni de cerca la cantidad de dinero que necesito para comprar mi libertad y de la de mi familia, pero hace que el riesgo de hacer pública mi cara, la cual se vuelve cada vez más famosa dentro de Texas, al menos en San Marcos, valga la pena.

Lo único que va mal, aparte del hecho de que continuamos huyendo y fingiendo vivir una vida que no nos corresponde, es mi hermana  pequeña. Penélope está creciendo. Perdió a mi padre. Perdió su vida tal y como la conocía. Su pequeña y bonita cabeza tiene un precio y es una chica incapaz de cuidarse a sí misma. A pesar de que Constantino era un mercenario, no sabe manejar un arma o tan siquiera dar un puñetazo. He intentado enseñarle unas cuantas veces, pero es inútil. Siempre termina más lastimada que su adversario, quién incluso no se trata de mí, puesto que cuando le he dado algunas clases de defensa he utilizado a sus amigos de mierda como muñecos, por lo que enseñarle es incluso contraproducente. 

Con respecto a ellos, me pidió perdón por decirme que me odiaba por echar a Eric a la calle el día siguiente a que sucedió. Esperó despierta a que regresara del trabajo y enterró su dulce rostro en mi pecho mientras me pedía disculpas por lo que dijo. Ella ha pasado por alto errores mucho más significativos que yo he cometido, así que no tuve de otra que perdonarla, haciéndome el duro durante los primeros diez segundos posteriores a su disculpa. Mi relación con mamá no ha sido la misma desde la muerte de papá, así que Penélope es lo único que tengo que es completamente bueno.

Mi única ancla.

─¿V? ─pregunta junto a mí.

Esta noche estamos compartiendo mi cama. Aunque Penélope no vio el cuerpo de papá, ha tenido pesadillas constantes desde que nos fuimos de Chicago. Hoy fue algo realmente feo. Empezó a gritar y sollozar de una manera que hizo que mamá y yo irrumpiéramos en su habitación, ambos armados. Sabía que abrazarla no sería suficiente, que a menos que estuviera con ella, junto a ella, velando por su sueño, no dormiría, así que la traje conmigo.

No es la primera vez que estoy en esta situación.

Al parecer algunas mujeres se sienten cómodas durmiendo a mi lado.

─¿Sí? ─pregunto mientras giro el rostro para observarla.

Está cubierta hasta el cuello con mi manta. Su mirada está clavada en el techo, su cabello lila abierto sobre mi almohada como un abanico. Penélope no ha vuelto a tocar el chelo desde que nos fuimos de Chicago. Una parte de mí cree que si lo intentara, quizás liberaría algo del dolor y de la pena que la consume. Incluso verla a veces me causa dolor.

─¿Crees que Arlette nos ayudaría si se lo pedimos?

Ante la mención de su nombre, mi cuerpo inmediatamente se tensa. Regresar a Chicago es algo que, por supuesto, ha pasado por mi mente, pero que no planeo hacer siempre y cuando la condición de mi regreso sea poner lo que queda de mi alma y mi familia en las manos de la persona que destruyó ambas cosas. Una persona que seguramente no podré ver sin querer matar. No confío en mí mismo cerca de Arlette. Y si algo le llega a pasar por mí, estoy seguro de que moriré con ella, lo cual también sería una victoria para la perra loca Cavalli. Haga lo que haga, regresar a Chicago es sinónimo de destrucción y pérdida. Al menos para mí. Mamá y Pen... una parte de mí, que continua siendo imbécil, piensa que Arlette nunca las lastimaría. Mamá era algo así como su fan número uno y, además, fue quién mató a Constantino. Aunque su relación con Pen prácticamente era inexistente, no se odiaban. En pasado. Ahora Penélope la aborrece.

Cavalli © (Mafia Cavalli ll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora