VICENZO:
El rey de la mafia siciliana de Chicago.
Por más intimidante que suene, solo una pieza más manejada por Arlette. Termino con mi porro antes de entrar en su habitación a través del balcón. No me he cambiado, por lo que mi traje continúa manchado de la sangre de Marcelo. No es que me moleste. Aunque me hubiera gustado ser quién lo mató, el hecho de que Arlette no me haya involucrado en su asesinato formando parte de la lista de cosas por las que quiero ahorcarla, me alegra que esté muerto. No era el peor sujeto entre nuestras filas, tampoco fue el peor jefe, pero malditamente se lo advertí cuando lo entendí. Le advertí que si continuaba mirando a mi esposa como un cachorro enfermo de amor, no sobreviviría a ello.
Bueno, al parecer soy psíquico.
En el momento en el que alcanzo su cama, situándome junto a esta, Arlette sale del baño usando una copia exacta de su vestido de bodas. El que usó mientras lo mataba está hecho cenizas en su chimenea. Me agacho frente al fuego para avivar las llamas con el atizador, llevando un trozo de tela perdido entre la leña directamente a la flama. Arlette se sitúa junto a mí. Me molestaría con ella por todo lo que representa, por su frialdad y todo lo demás, si ella no fuera otra pieza más en su juego. Se sacrificó tanto como yo estoy perdiendo mi dignidad dejándola actuar sola. Pasó tres años soportando al asesino de su padre. Permitió que este cortara sus alas y la anclara al suelo. Soportó a todos los hombres de la mafia siciliana para obtener su venganza. Entregó su cuerpo sabiendo que valdría la pena después.
Solo hizo lo que estar conmigo le enseñó.
Soportar la humillación.
Soportar la intromisión.
Si aguantó todo eso de mí, la persona a la que siempre se le dijo que pertenecería y que la protegería y honraría, no debió haber sido muy difícil soportarlo de los demás.
─Hablé con Milad ─susurro aún con mi mirada enfocada en el fuego─. Tenemos el apoyo de los míos y de los de Morello. Mariano aún no ha decidido cuál es su posición con respecto a la muerte de Marcelo. La gente de Astori nos quiere muertos. Iván está haciendo hasta lo imposible por controlar a los rusos, pero me pidió que arreglemos nuestra mierda rápido. Este es el momento perfecto para ellos.
Han pasado tres horas desde que Arlette volvió. Dos desde que salí de la mansión desde un acceso de las mazmorras a la calle y fui por mi auto, hecho un desastre sangriento debido a Arlette, y volví haciendo un espectáculo mientras ella se cambiaba. La cara de Luc cuando le dije que había matado a Marcelo fue épica, pero no lo cuestionó. Después de que lo hubiera amenazado públicamente durante la fiesta, tenía una razón justa y necesaria para hacerlo. Todos lo saben. Es por ello que algunos de los hombres de la mafia siciliana que antes no estaban a nuestro favor nos apoyan. Para ellos actué como un verdadero hombre yendo tras la escoria que se acostaba con mi esposa, por lo que soy un candidato merecedor de la corona de la Cosa Nostra debido a eso y al haber podido controlar a las pandillas de los Morello durante los días previos a la muerte del capo.
Por haberla golpeado en público.
Por, según ellos, controlar a mi maldita esposa.
El milagro que habían estado esperando.
Tanto ellos como Arlette, puesto que estoy seguro que necesitaba que alguien que no se dejara llevar por la ambición y fuera leal a la familia asumiera el puesto. Aunque mi padre asesinó al suyo y ella prácticamente asesinó al mío, al parecer era el mejor candidato. Pasé los últimos tres años obteniendo sobresalientes en la universidad, lo que Arlette no hizo, y aun así continúa encontrando la manera de hacerme sentir estúpido. Siempre supe que iba tras Marcelo, pero nunca que iba a arrastrarme a su posición o pensé que se trataba de algo más allá de su odio hacia él por limitarla y rebajarla.
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Cavalli © (Mafia Cavalli ll)
ActionUna buena hija. Una buena prometida. Una buena chica. Una buena princesa de la mafia siciliana. Solía ser lo que todos querían que fuera. Ahora, gracias a los asesinos de mi padre, el hombre más rico de la mafia siciliana, soy nada. TODOS LOS DERECH...