Capítulo 20:

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Chicago, Illinois. 

Veinte años antes.

CARLO:

No debería estar aquí a esta hora de la noche. Menos sin protección. De haber venido con mis guardaespaldas, sin embargo, sería imposible que pasara desapercibido. Para algo como lo que estoy a punto de hacer, la discreción es más que necesaria. Estaciono mi auto, un sencillo Chevrolet negro, junto al bosque que da con una de las residencias más lujosas que el hombre ha visto. Subiendo y bajando las mangas de mi suéter negro, una mierda de segunda mano que conseguí en el supermercado, espero. Espero alrededor de tres horas por ella.

No puedo evitar reír cuando se da cuenta de que algo está mal apenas llega.

Yo sé lo que es.

Su amante, el soldado de su padre con el que se acostaba cada noche a pesar de estar comprometida con su mano derecha, no está. No está desnudándose sobre la hierba. Está muerto en la maletera de mi auto. Ya que tuve que esperarla demasiado, este será enterrado o calcinado sin dedos, una cicatriz con la inicial de mi apellido en su rostro, y sin pene, un regalo para su padre, el hombre con el que planeo hacer negocios próximamente. Solo por aterrorizarla, asustarla me dará ventaja sobre ella, poder, abro la cajuela y lo dejo caer a sus pies cuando me nota.

Antes de que pueda gritar, la pongo a dormir con cloroformo.

Mi maletero está cubierto con sangre, pero aún así la dejo caer en él. Antes de cerrarlo y ponerme en marcha, me tomo un momento para admirar su belleza. Su cabello castaño es casi rubio. De estar despierta, vería dos preciosos y grandes pares de ojos azules como el cristal. Su cuerpo es tentador. Alto y esbelto, pero con curvas en los lugares perfectos. Está utilizando un pequeño pijama casi transparente, así que obtengo una amplia visión de él. Cuando mi pene empieza a endurecerse, dejo caer el metal sobre ella. Es hermosa, pero su lívido es una terrible debilidad. Es por ello que las italianas, criadas para vivir por la familia, siempre son mejor material de esposa.

Su virginidad está perdida, así que podría follármela antes de entregarla.

Pero, recuerdo, los negocios van primero.

*****

El sonido de las olas me relaja antes de salir de la cama mejor de lo que lo hacen la mayoría de las mujeres, aunque no me quejaría si alguna de ellas me diera una mamada en este momento. Anoche estaba demasiado ocupado, sin embargo, como para preocuparme por ello, por lo que hoy debo conformarme con mi mano para deshacerme de mi molesta erección matutina de todos los días. Ya que llevo despertándome a las cinco desde que era un niño, nunca he necesitado de despertadores u otro tipo de aparatos que rompan el ambiente de tranquilidad y belleza que caracterizan mi habitación. En el silencio, lo único que se escucha es mi gruñido masculino al acabar y dejar caer mi semen sobre las sábanas blancas. Me levanto tras recobrar el aliento, mi andar soñoliento. La vista hacia el mar que ofrece la mansión de mis padres, ahora mi mansión, es algo de lo algunas personas en el mundo no disfrutarán jamás. Eso me obliga a apreciarla, pero no en demasía.

Crecí del lado hermoso de la valla.

Pero crecí sabiendo que eso tendría un costo.

Ahora que mi padre ha muerto, el Cassetto principal de la mafia siciliana y miembro de varios grupos de poder a nivel global, mi sangre posee siglos de superioridad, uniéndosele a su difunta esposa en el cielo, o en el infierno, dependiendo de qué tan permisivo sea Dios, todas las responsabilidades de ser su hijo finalmente recaerán sobre mí. No es que me queje. Antes de partir él se encargó de prepararme. Incluso, cuando lo veía tomar una decisión cuestionable y era forzado a guardar silencio al respecto porque contradecirlo era un error que no valía la pena cometer, había estado ansiándolo, pero es muy diferente pensar que algo sucederá a que finalmente suceda. Sobre todo porque no esperé que muriera tan pronto. Los hombres en nuestro oficio nunca tienen vidas largas, pero él parecía ser la excepción de la regla. Mi madre y él tuvieron dificultades para concebir, así que nací cuando ambos habían llegado a los cuarenta tras muchos intentos fallidos. Ella murió de cáncer de cuello uterino poco después, a mis tres años. Él lo hizo lo mejor que pudo a partir de ahí. Al igual que como capo, fue duro como padre, pero efectivo. Gracias a ello no han intentado matarme.

Cavalli © (Mafia Cavalli ll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora