Capítulo 40:

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VICENZO:

Dormir en la casa del terror Cavalli no es tan terrorífico como pensé que sería. Mi innecesariamente lujosa habitación da con la playa frente a la mansión. Es la misma en la que me quedé después de haber sido apuñalado por los rusos, dónde Arlette me marcó de la misma manera que yo lo hice hace unas horas. Apoyado en el ventanal victoriano que no puedo abrir sin que el nuevo sistema de seguridad lo permita, tomo una calada del porro que le robé a Luc mientras pienso en cuán jodido es esto. Me casaré con Arlette Cavalli en menos de una semana. Hago una mueca mientras sostengo la invitación de letras doradas frente a mis ojos. Nadie puede decir que tuvimos un compromiso corto si tomamos en cuenta toda la maldita vida, pero aun así sigo sin creerlo. La conozco lo suficiente como para sospechar que hay algo que estoy pasando por alto. Algo que ella quiere de mí además de mi jodida reputación de mierda, como dijo durante el vuelo.

Pero no tengo ni idea de qué es.

Froto mis ojos, exhausto de pensar en ello. Tengo una sospecha, pero dudo que mi prometida, antes ex prometida, esté tan loca como para casarse con su ex prometido, ahora prometido, alguien a quién odia y que no puede ofrecerle nada más que sangre en cantidades industriales, solamente para lastimar a su amante. Si los chicos supieran lo que está en mi cabeza me dirían que sueno como una puta obsesionada, pero Marcelo es la única pieza que no encaja en la posición en la que estamos ahora. Dentro de la jerarquía siciliana sigue estando por encima de Arlette, pero todo el mundo sabe que ella puede operar sin su ayuda. Mierda, no lo vi antes, pero ahora sé por qué dejó ir a Porfirio. Ahora tiene su propio distribuidor aparte.

No depende del capo di tutti capi.

Soltando un suspiro, me alejo del marco y cruzo la habitación para internarme en el pasillo del segundo piso. Es aquí donde duermen la serpiente venenosa y la pequeña Beatrice. Aunque en un principio me hizo sentir incómodo el hecho de que le hubiesen puesto el mismo nombre de su madre, ahora tiene sentido. La niña tiene un aura a su alrededor que trata sobre todo de ella. Es encantadora y Arlette está haciendo hasta lo imposible por sacar provecho de ello, criándola como una puta arma. La mierda del asunto es que después de lo que pasó con Penélope no puedo reprochárselo. Tampoco es como si no le hiciera saber que la ama. A su manera, lo hace y Beatrice lo capta.

Pero también capta que forma parte de algo más grande.

Mi plan era ir a visitar a mamá a su habitación, pero me detengo, no soy esa clase de bastardo, cuando me mira desde su puerta con curiosidad, su pequeña frente arrugada. Está usando un vestido azul con un par de alas de ángel en su espalda. Sus rizos rubios, que me recuerdan a los de Flavio, enmarcan su rostro redondo y dulce.

Hola ─saludo.

Hola ─responde─. ¿Juegas conmigo?

Yo...

Antes de que pueda negarme, Beatrice ya ha salido de su habitación y encajado mi mano en la suya. A diferencia de lo que siento estando alrededor de su hermana, no puedo evitar temer hacerle daño debido a cualquier movimiento erróneo, por lo que ni siquiera considero oponerme cuando soy arrastrado a una habitación en la que se estrelló un meteorito proveniente del planeta de dónde vino Barbie.

Beatrice se sienta en una pequeña mesa de té y me hace una seña con el dedo para que yo también lo haga. Tras asegurarme de que no hay nadie mirando, me acomodo en el maldito banco rosa con miedo a romperlo, pero el maldito es más fuerte de lo que parece. Ni siquiera se dobla.

Mirando su mesa, arruga su frente.

Necesito una mesa de té más grande.

No puedo evitarlo, río mientras me sirve té imaginario y lo empuja en mi dirección. También le sirve al oso junto a nosotros, a quién regaña por no tener una servilleta sobre sus piernas. Yo tampoco la tengo, así que tomo una de la mesa y cubro una de mis rodillas con ella. Beatrice me mira con aprobación cuando sus ojos azules regresan a mí.

Cavalli © (Mafia Cavalli ll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora