Capítulo 25:

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(escuchen la canción oficial de Carlo y Sveta con el cap, porfi)

CARLO:

Al igual que la noche que la secuestré, la vigilancia de su padre no alcanza a llegar al claro en medio del bosque en el que solía follar. Estaciono mi nuevo deportivo en él exactamente a las nueve de la noche. No apago el motor. Se supone que Sveta debe llegar en cualquier momento. Si es una chica lista, no me hará esperar.

Ya estoy lo suficientemente molesto con ella.

─Hola ─susurra una voz del otro lado del cristal, sobresaltándome, puesto que esperaba verla venir de frente, no que apareciera de entre los árboles como un pequeño monstruo.

En lugar de bajar la ventanilla para saludarla, me inclino a un lado y abro su puerta desde dentro. Ella rodea el capó y entra con rapidez, una mochila colgando de su hombro. Ya está maquillada para la ocasión, pero su vestimenta deja mucho que desear. Está usando solamente un camisón y pantuflas de felpa llena de la suciedad del bosque. Leyendo mi expresión, suspira.

─Habría sido más complicado escapar de haberme cambiado en casa ─explica─. ¿Podemos hacer una parada en nuestra gasolinera? Solo necesito usar el baño quince minutos.

Suelto un gruñido, pero afirmo.

Nuestra gasolinera. Ella habla del sitio en el que pasamos casi una hora esperando a mis hombres porque hizo que tuviéramos un accidente de camino a la casa de su padre. Si obviáramos este hecho, podría incluso hasta sonar como algo que Aria diría.

En silencio, nos dirigimos al sitio que pidió. Ninguno de los dos parece cómodo junto al otro después de nuestra última conversación, en la que quedó claro que, aunque en cierto modo me hizo un favor, Sveta arruinó mis planes para los Ferro, por lo que me siento levemente aliviado cuando llegamos y me dedico a abastecer el tanque con combustible mientras se prepara. Me fuerzo a no mirar su trasero mientras se dirige al asqueroso baño, lo cual me resulta casi imposible. Se contonea como si quisiera exactamente eso, que la mirase, como una puta, y su camisón es lo suficientemente corto como para confirmarlo.

─Señor, ¿ella es su novia? ─pregunta el encargado de la gasolinera con las gafas empañadas, un adolescente con acné que estoy seguro de que Sveta nunca vería dos veces.

Me encojo de hombros.

─Si yo fuera tú me mantendría alejado de ella.

El chico tiembla dentro de su kimono cuando me incorporo para verlo, lo cual seguramente lo saca de juego. Probablemente esperaba ver a un vejestorio con ella. A un vejestorio o a un ricachón al que no le importaría compartir, para su suerte.

─¿Por qué?

─No lo sé. ─Me deslizo dentro de mi auto─. Podría matarte.

─¿Por qué? ─repite con un temblor en las manos, dándose cuenta de que se adentró en una conversación con un desconocido demasiado tarde por la noche, todo estando tan solitario a nuestro alrededor─. Solo quería saber si estaban juntos para saber si podía o no pedir su número. Nada más.

─No me refiero a mí, niño ─gruño─. Me refiero a ella.

Como si cinco minutos fuera todo lo que necesitara para convertirse en una princesa, Sveta sale del baño luciendo como una. Ya no hay ningún trozo de tela corto cubriendo su piel, sino un vestido blanco que envuelve todo su cuerpo, acentuando sus curvas, desde el contorno de sus muñecas hasta sus tobillos, dónde termina para dejar visible sus tacones de una sola tira. No tiene ningún tipo de brillo, no está usando joyería, lo único que lleva puesto es un brazalete dorado con un solitario diamante en el medio, pero no es necesario. La peluca que está utilizando, blanca, como la nieve, como la que llevaba en el club de Iván, cae como una cascada a ambos laterales de su rostro. Su maquillaje es escaso, pero acentúa sus ojos. Los hace ver más grandes e inocentes. Ingenua. Buena. Educada. Luce como un ángel.

Cavalli © (Mafia Cavalli ll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora