Capítulo 43:

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VICENZO:

El día de mi boda empieza como cualquier otro.

Me levanto a las seis de la mañana del maldito sofá de Arlette, dejándola durmiendo como un bebé envuelto entre sus sábanas. Entreno en el gimnasio de la mansión Cavalli. Cuando termino, mis músculos prácticamente desgarrados y palpitando, me dirijo nuevamente a mi habitación mientras me quito el sudor de la piel con mi camisa. El nivel inferior de la casa está repleto de personal para la preparación de la recepción tras la ceremonia y de hombres armados. Mi madre y Penélope están alistándose junto a Arlette y las demás mujeres en el taller de Gavin, algo que me dijeron que harían el día anterior, por lo que ni siquiera pienso en pasar por sus habitaciones. Ya a solas dejo escapar un suspiro, sintiéndome como una mierda nerviosa, mientras veo el traje negro hecho a la medida esperando por mí perfectamente tendido y planchado encima de la cama en la que solía dormir. A pesar de que nuestra boda es a las seis de la tarde, me doy una larga ducha y afeito cualquier atisbo de barba en mi rostro antes de entrar en él. Hay un nuevo par de zapatos italianos esperándome en mi armario. También una caja azul marino forrada de terciopelo con un reloj tan negro que apenas se puede identificar la hora. Lo sostengo en mi mano mientras decido si ponérmelo o no.

Hay una nota bajo él.

Le di a Marcelo uno parecido.

Pagué un millón de dólares por él.

El tuyo cuesta tres veces más, pero no pagué ni un centavo para dártelo. Es de la colección de mi padre.


Si sientes dudas acerca de esto, recuerda que estás quitándole todo lo que quiere y nunca más tendrá porque ahora te pertenece.

Con amor, Arlette.

Mis dientes rechinan al apretarse y deslizarse entre sí al ver el mensaje. Dejo caer el papel y el obsequio de mierda en la caja. No siento dudas acerca de esto, pero no es malditamente fácil cederle tu alma a alguien que te hizo firmar un acuerdo prenupcial en el que lo perderás todo si el matrimonio por alguna razón llega a romperse, entre otras malditas y extrañas cláusulas que ni siquiera leí. En lo que se refiere a mí, esto es para siempre. En lo que se refiere a Arlette, ella podría deshacerse de nosotros con la misma facilidad con la que puede respirar, pero la vida trata de riesgos y estoy seguro de ser la única persona junto a la que se permite a sí misma bajar la guardia. El único que le le da mínimamente algo de paz porque para pasar sobre ella tendrían que pasar sobre mí y en el proceso estoy seguro de que ya habría planeado algo para salvarse.

Aunque no me lo diga, sé que para ella también es para siempre. La única manera en la que esto se deshaga una vez pronunciemos las palabras, es con la muerte de uno de los dos y aun así el otro seguiría bajo la piel del que quede.

Así que tendríamos que morir ambos.

*****

Francesco y el dúo asiático me recogen para ir a la Iglesia poco antes de que sean las cinco de la tarde. Nadie dice nada durante el trayecto. Mi mejor amigo se limita a conducir el Rover en silencio, su mirada azul perdida en el camino frente a él hasta que llegamos a St. Andrews. Una vez nos estacionamos frente a ella, otras camionetas más aparcándose cerca de nosotros para escoltarnos, tanto Kai como Emi se bajan para dejarnos a solas. Él continúa sin mirarme para entonces, pero no me bajo. Sé que lo que sea que esté pasando por su mente ahora, necesita decírmelo.

─Siempre pensé que cuando este día llegaría, sería malditamente difícil ─suelta─. Pero la verdad es que es sorprendentemente fácil. ─Finalmente su pecho desciende hacia abajo, la tensión deshaciéndose de sus hombros, cuando gira el rostro para verme─. Porque si no está conmigo, me alegra que sea uno de los dos quién la tenga.

Cavalli © (Mafia Cavalli ll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora