Capítulo III: Tartarus.

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El club nocturno se llamaba Tartarus.

Tenía inquietud de saber porqué. A mi lado, Cory acomodó el escote de su vestido rojo sangre, mientras caminábamos con paso firme hacia la puerta. Detrás de nosotras podía sentir la presencia musculosa de Cameron, quien esta vez había querido unirse a la acción en lugar de esperar. El gorila de la puerta, sin duda un humano con demasiada masa muscular, bramó por nuestras identificaciones, las cuales ya estaban preparadas en nuestras manos, obviamente falsificadas. Él murmuró una orden y nos dejó pasar después de entregarnos las ID.

El espeso humo alrededor hacia que difícilmente cualquier persona normal pudiese ver, pero para nuestra ventaja, observábamos cada rincón del edificio con perfecta nitidez. Y había mucho que mirar que podría hacerte respingar. La musica fuerte hacia que los gemidos y jadeos quedaran apagados, pero si te esforzabas un poco, podías escucharlos claramente. Las luces mandaban exóticos colores a mis ojos, haciéndome sentir un poco mareada y sin sentido.

―Creo que hemos encontrado el indicado.― susurré hacia nadie en específico.

―Qué lindo gesto de Wolf, mandarnos a la boca del lobo.― masculló Cameron, quien de pronto se había puesto a mi lado, alerta y listo para atacar.

―¿Es esa una broma de doble sentido?― dije con sarcasmo.

Traté de tragar mi bilis y miré lejos del vampiro que estaba devorando el cuello de la pobre chica humana, ella se retorcía bajo su fiero agarre, pero sin lugar a dudas le gustaba lo que él hacía. Sus ojos se habían conectado con los míos, y me había mandado un guiño como si esperara que me uniera a la acción.

―Vamos más cerca de la pista.― busqué la mano de Cory para tomarla, pero sólo me encontré con aire. Miré a mi alrededor, pero no había rastro de ella o su vestido de satín color rojo escarlata. ―Cam, creo que perdimos a Cory,― dije.

No hubo respuesta.

―¿Qué demonios?

De pronto estaba sola en medio de chupasangres que me miraban de reojo, tratando de decidir si seria un buen trabajo hacer el intento de convencerme de un polvo. Inspiré profunda y lentamente, mientras me movía entre todos los cuerpos sudorosos. La mayoría tenían sangre en sus manos o cuellos. Pares de ojos inyectados en sangre, en busca de un buen alimentador me rodeaban.

Me estaba sofocando.

Joder, Corinna, ¿dónde demonios estás?: pensé.

Alguien enrolló sus largos dedos sobre mi muñeca, provocándome una sacudida hasta la punta de mis pies. Me encontré cara a cara con un vampiro que sonreía traviesamente, mientras mostraba sus blancos colmillos. Sus ojos eran dos piscinas de petroleo interminables.

― ¿Estás perdida, ma petite?― dijo con voz seductora.

Estuve a punto de zafar mi mano fuera de la suya, hasta que su delicioso aroma llegó a mi nariz. Era un muy sexy olor, colonia francesa o algo extranjero que contenía una esencia cítrica y fresca.

Olía tan bien...

Y Dios, era malditamente ardiente. Tenia unos rasgos perfectos, como los que podrías apreciar en las estrellas del cine antiguo; masculino, poderoso, encantador. Su cabello estaba peinado hacia atrás, brillante y en ondas rubias que al capturar la luz del club reflejaban pequeñas motas doradas. Sus labios tenían el color rosado perfecto, y su piel era tan pálida como el marfil, pero igual de perfecta y tersa.

El espacio entre nosotros se había reducido considerablemente, y podía ver claramente cada una de sus pestañas rizadas. Podía trazar el ángulo de su mandíbula, morderlo y probar su piel. Podría besar su cuello, y se tenía suerte, incluso me dejaría morderlo...

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