Capítulo XVIII: Barras de Granola.

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Salomé me obligó a salir de mi jaula y vestir un hermoso pero totalmente fuera-del-contexto vestido. Era de seda rojo brillante, y súper vintage. Tenía un delicado escote en forma de corazón que levantaba mis niñas con elegancia y la fabrica se sujetaba firmemente a mi cintura, pero caía como una cascada roja hasta la mitad de mi pantorrilla.

―Eres una perra francesa, ¿lo sabías?― le dije cuando me tendió un par de zapatillas doradas con diamantes de imitación. ―Y no sólo eso, estás loca. Lo que te considera como una loca perra francesa. No muy buena combinación.

Me estaba preparando para la bofetada noqueadora, pero sólo se encogió de hombros con delicadeza.

―¿Puedo hacer tu maquillaje?― preguntó casualmente.

La miré con escepticismo.

―No. Dejame salir de aquí.

Salomé dio un suspiro y por fin sus ojos encontraron los míos.

―Mira, ma belle, podemos hacer esto rápido y llevarnos bien por un par de minutos, o puedo sólo amarrarte a una silla y hacer que luzcas como un payaso. Firma tu sentencia, querida.

Dios, definitivamente estaba loca.

Pero me resigne y dejé que jugara con mi cabello y mi rostro, lo cuales en menos de media hora quedaron diferentes a la chica famélica y delgada que me había regresado la mirada la primera vez que me mire a espejo después de tanto tiempo.

Salomé hacía un trabajo espectacular ocultando las manchas oscuras debajo de mis ojos, y la mayoría de mis pecas. Había puesto delineador negro en mi párpado superior, haciendo que mis ojos lucieran más grandes y tiernos. Me había aplicado un poco de rubor en las mejillas para hacer lucir mi cara un poco más fina y me había puesto un delicado color rosa en los labios. Mi cabello castaño había sido ondulado, haciendo que cayera en cascadas color chocolate sobre mis hombros y espalda.

Ella me entregó un par de aretes dorados, pero mi cuello había quedado completamente desnudo. Seguro para hacer que Valentine me matara más rápido y practico. Bien pensado.

―Necesitas lucir hermosa y oler hermosa para cuando nuestro caballero llegue.― dijo, rodeando sobre mi un fino perfume con olor a rosas parisinas.

Después de eso ella jaló mis cadenas y me llevó hacia la parte de la bodega donde estaba mi jaula y Valentine y sus compinches esperaban. Él me dio una rápida mirada evaluativa y asintió con complacido. Antes de que mandara a un par de vampiros a meterme de nuevo en la jaula.

―¿Ves? Todos estamos felices y arreglados para el banquete.― dijo sonriente.

―¿El banquete en donde yo seré la comida? Qué buenos anfitriones son.― dije con todo el sarcasmo que podía reunir. ―¿No han escuchado de la historia de Hanzel y Gretel? La bruja primero los alimentó para después matarlos. Ella era más cordial con sus huéspedes, al menos.

Nadie me puso atención.

Valentine se sentó en una elegante silla orejona de cuero y Salomé se apresuró a ir a su regazo para acto seguido empezar una vulgar sesión de besos.

―Oh, por todos los santos! Gavriel no vendrá, superenlo!― exclamé frustrada.

―Ten un poco de fe, dhampir.― dijo un vampiro cercano con nariz torcida, dándome una sonrisa de tiburón.

―A diferencia de ustedes, yo estoy muriendo de hambre, amigo. Eso como que me pone un poco gruñona.

Literalmente vi simpatía en su mirada y sigilosamente deslizó una barra de granola dentro de la jaula.

Mi boca casi cae en shock. Finalmente tenía comida. No importaba si era una asquerosa barra de granola con crema de maní.

Esteba empezando a preocuparme por cómo abrir el paquete sin que los demás lo notaran cuando los vidrios de las ventanas exploraron.

Bien, eso lo resolvería.

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