Necesitaba encontrar a alguien que me diera un aventón a casa. Pero desgraciadamente los únicos autos que había visto eran de pandilleros con miradas vulgares y de tipos demasiado borrachos que seguro no sabían lo que hacían.
Había caminado más de cuatro cuadras lejanas al Tartarus, y tenía que decir la verdad: caminar con tacones estaba matando mis pies. No había sido buena idea, lo tenía en mente. Además de que mi cuerpo comenzaba a sentir el frío viento de las noches de octubre en Colorado. Era mitad vampiro, pero seguía sintiendo los cambios climáticos.
En algún punto del trayecto sólo me quité los zapatos y los cargué con una mano, asegurándome que mi mano derecha estuviera cerca a la daga de titanio bajo mi vestido. Mi vida seguro dependía de ella si ocurría algo, y quería estar segura de que mis reflejos funcionaran lo suficientemente rápido para evitar cosas mayores.
Estaba caminando por la avenida Luther King y la calle 26 cuando escuché los dolorosos gruñidos. Golpeé mi espalda contra la pared y contuvé la respiración para evitar que una nube de vapor se formara frente a mi cara. Me deslicé lentamente contra la fría pared y dejé mis zapatos en el piso, mientras que mi mano se movía hacia la espada, empuñándola lista para atacar. Se escucharon murmuros apagados de un hombre con una voz que hacía que los vellos de mi nuca se erizarán, antes de que otro gemido siseante sonara.
Afiné mi oído hasta que pude escuchar un chasquido como el que se produce al quebrar un hueso y una queja en voz baja salió de los labios de un segundo hombre. Solté un respingo y me obligué a permanecer en donde estaba.
―Dejalo.― ladró otro tipo. ―Él no hablará. Demasiado orgulloso para su propio bien. Deberías haber aceptado la oferta cuando tenías la oportunidad.
No pude ayudar. Tenía curiosidad de saber de qué hablaban, al igual que quería ver las caras de los tipos.
Así que incliné mi cuerpo contra la pared y me asomé lentamente mientras me aferraba con más fuerza a mi espada de titanio.
Había sangre en todas partes. Sangre color escarlata que brillaba contra la luz de la luna. Había cuatro hombres. Todos sin camisa. Todos de piel pálida y con sangre en su pecho. Había uno que lucía más joven que los demás, y que estaba realmente herido y se apoyaba contra un auto, tratando de no caer en el charco de sangre bajo sus botas de combate. A pesar de las heridas que cubrían su pecho, y la manera en que su hombro izquierdo se curvaba en un ángulo inhumano, era sorprendente verlo listo para atacar, inclinado un poco de una manera atlética. De alguna forma su fiereza al ver a los otros tres vampiros me recordaba a uno de esos pumas que se ven en los canales de la naturaleza; listos para defenderse del peligro. Y por la manera que los tres tipos lo rodeaban parecía que no era tan fácil acabar con él.
Y él vampiro herido resaltaba. Quiero decir, los otros lucían como dioses guerreros, brutales y obscenamente gigantes, nada de finura en sus rastros como la fineza que había en los vampiros que asistían a Coldwater High, o los que se dedicaban a conquistar sus presas para luego drenarlas. Esta era la clase de vampiros que estaban hechos para el trabajo rudo y maquinaria pesada. Pero el vampiro herido lucía como un formidable oponente, a pesar de que no era tan musculoso como los otros. Él tenía una estructura de nadador de olimpiadas, ágil y bien esculpido. Y lucía listo para atacar a sus enemigos con sus manos desnudas.
Era, de alguna forma, un tanto sexy.
El primer hombre que habían escuchado hablar, un vampiro de cabello color plata y tan gigante como un gorila, escupió sobre una de las botas del vampiro más joven y se río sin humor:
―Nunca hubiese predicho tal muerte para alguien como tu, Gavriel.― dijo antes de lanzarse sobre él.
Gavriel luchó por zafarse de su agarre, pero sólo consiguió que su hombro se corbara más hacia atrás. El soltó un aullido entre dientes, y mientras el otro vampiro de cabello rojo trataba de colocar una espada bajo su garganta, Gavriel se inclinó sobre su cuello y desgarró la piel de su garganta.
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Bloodless
Ma cà rồngAria es una Dhampir: engendro de un vampiro y una humana. Su vida está rodeada de acción, euforia, y sí, mucha sangre. Junto con su mejor amiga, Cory, su competitivo exnovio, Wolf y la Manada ―un grupo de dhampirs que se encargan de mantener control...