Capítulo XX: Las Despedidas Duelen como Heridas con Limon y Sal.

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Todo había quedado en un silencio sepulcral. La espada de Gavriel se deslizó fuera de su pecho y cayó libre en el suelo, haciendo que el sonido rebotaran en las paredes de la bodega. Miré a mi alrededor, descubriendo que la manada había acabado con todos los vampiros y ahora permanecerían cansados y silenciosos, ayudando a los más heridos como lo hacía Cassie con Wolf, a quien junto con Cameron y Cory llevaban cargando fuera.

Sólo esperaba que estuviera bien. Jamás me perdonaría que muriera por mi culpa.

Solté un suspiro cansino y volteé a ver a Gavriel, pero ya no se encontraba donde lo había visto por ultima vez. Hice un de recorrido visual por la bodega, pero no había rastro de él.

―¿Aria?― Cory llego hacia mi y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello. ―Dios, hay tanto que decirte. ¡Estábamos tan preocupados! No sabíamos qué había pasado contigo, hasta que Gavriel notó que no estabas por ninguna parte, ¡y nosotros creímos que habías asistido a la escuela! Y cuando Wolf nos dijo lo que le habías dicho, nos comenzado a preocupar de que te hubiesen secuestrado.

―Y lo hicieron.― murmuré contra su pecho, con monotonía.

―Empezamos a unir cabos, hasta que Gavriel supuso que Salomé seguro había sido la culpable.― sus palabras era tan rápidas que me era difícil seguir su ritmo.

―¿Cómo es que llegaron con esto?― pregunté.

Ella por fin me dejó ir y me dio una sonrisa triste.

―Eso tendrás que preguntárselo a tu chico vampiro.

―Él no es mi...

―Lo que sea. Por la manera en que te defendió todo este tiempo y cuán preocupado estaba por ti, creo que hay algo más que esconde. Y no es el único, ¿o me equivoco? ¿Por qué no me habías dicho lo que pasaba, Aria Siddions?

―Ni yo misma sabía qué era lo que pasaba, Cory. Sigo sin entenderlo.― respondí con sinceridad.

―¿No crees que es momento de averiguarlo?

La miré con nostalgia. Sabía que tenía que resolver las cosas en un momento dado. Y cerrar el capítulo con Gavriel me dejaría seguir avanzando.

Sea lo que sea que pasaría, estaría lista para afrontarlo.

***

Lo encontré sentado en un tronco caído, mirando hacia la carretera solitaria. En ese momento me di cuenta de dos cosas: la primera era que era tarde, el sol comenzaba a meterse de nuevo, y no tenía la mas mínima idea del día que era, lo segundo fue el hecho de que nada en el paisaje era romántico, lo cual estaba bien, no quería que termináramos besándonos y mirando la puesta del sol.... Y... Ouh.

Sabía que podía escuchar mis pasos, y quizás incluso olerme ―y apostaba a que olía― , pero siguió dándome la espalda hasta que me senté a su lado. El vestido de seda cayó como cascadas rojas sobre mis piernas y la mayor parte del tronco. Gavriel soltó un suspiro que contenía demasiados sentimientos acumulados, y la mayoría de ellos parecían no ser positivos. Él extendió una mano hacia mí, su pálida palma mirando arriba. Tentativamente la tomé y él le dio un apretón antes de llevarla a sus labios y besar mis nudillos.

Tragué fuertemente mientras lo miraba inquieta.

―Dime algo.― susurré.

Pasaron eternos segundos antes de que contestara en voz baja:

―No sé qué decir. No sé cómo empezar.

―Podrías empezar a decirme que día es.― señalé.

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