Llega sin avisar...

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Me encuentro en mi cama, cómodamente acomodada entre las sabanas, apoyada en la pared, mientras leía alguno de los nuevos proyectos propuestos para la temporada de verano. Hoy llueve, las gotas golpean el cristal de mi ventana haciendo un ruido agradable, dándome paz para la lectura. Hasta Manny se había quedado dormido. Pero toda paz, suele ser interrumpida, ya sea por algo bueno, o algo malo. Pero en mi caso, fue el timbre de la puerta, por lo que no sabía que pensar.

Puse el separador en la hoja que leía para no perder la marcha y abrí las sabanas, dejándome abrir paso por ellas. Mi cuerpo estaba cubierto por una simple sudadera larga gris, que me llegaba lo suficiente para cubrirme hasta la mitad de los muslos. Normalmente, no llevo ropa interior, pero al solo llevar la sudadera, me he puesto unas bragas que son exactamente del mismo color que la sudadera.

Miro por la pantalla del timbre y le reconozco al momento.

- ¿Qué haces aquí? –digo a través del telefonillo.

- Necesito hablar contigo. –responde pegando su cuerpo al micro.

- ¿Hoy? ¿Tenías que venir con esta lluvia? –le respondí algo preocupada, ya que a X solo le he visto llevando moto.

- Es importante... -me dijo ahora separándose y mirando a la cámara.

La cámara no era de la mejor calidad, pero pude ver su expresión sincera. Pulse el botón que accionaba la apertura de la puerta y volví a colocar el telefonillo en su sitio, haciendo que la pantalla se apagara automáticamente. Quité el cerrojo de la puerta y esperé a que X apareciera por el pasillo.

- Hola, perdona. –me dijo algo atacado.

- ¿Qué pasa? –dije, pero justo cuando mi pregunta fue formulada, sus labios chocaron con los míos, sellando mis palabras. Y no puedo evitar corresponderle.

Sus manos empezaron a pegarme a su cuerpo, mientras de una patada cerraba la puerta. Mi espalda choca con la misma, mientras las manos de X me recorrían con euforia. El beso se volvió más lujurioso, pero necesitábamos aire. Pero, hasta ese momento no era consciente de lo que hacíamos.

- ¡X! –le reproche nerviosa.

- No lo aguanto Z... -dijo sin soltar mis caderas.

Le miré a esos ojos miel que tiene, que con tal pasión me miraban. Mi cuerpo ardía, quería continuar con el beso, quería seguir sintiendo sus caricias por todo mi cuerpo, quería que me alzara entre sus brazos y me llevara a la cama...

¡Qué coño! Quiero seguir con esto.

Sin pensarlo, mis manos se enredaron en su cuello y le pegue de nuevo a mí, devolviendo el beso. De sus labios, pude sentir una sonrisa traviesa, que me fue contagiada. Sus manos exigían piel, quería quitarme la sudadera. Mi intención era igual, nos separamos lo justo para que yo le pudiera quita la chaqueta, este se quitó acto seguido la camiseta que portaba y la tiro a cualquier parte, al igual que se había ido la chupa. Nuestros labios exigían volver a sentirse, pero sus manos volvieron a pegarse a mi cuerpo, volviéndome a exigir que me quitara la sudadera. Nos separamos nuevamente, yo lo suficiente de la pared, para favorecerle que pudiera quitarme la sudadera. Sus ojos, me miraron con fascinación, antes de lanzar la sudadera por el salón con un gruñido.

Volvió a pegarme a él, mientras que los besos aumentaban la intensidad de nuestro calor. Sentí sus manos en mis nalgas, como las aprisionó entre sus manos mientras soltaba un gruñido. Reí por aquel gesto.

- ¿De qe te ríes, nena? –dijo este con voz ronca.

Me acerque a su oído, para que pudiera escucharme con mayor facilidad.

- Porque te encantan mis nalgas... -le susurre al oído, para después morder el lóbulo de este.

Este soltó un gruñido, su cuerpo volvió a pegarme a la fría puerta, mientras mantenía la poca distancia que podíamos permitir nuestros cuerpos. Se agacho, quedando de rodillas a mí. Sus manos bajaron las ligas de mis bragas. Alcé una pierna y después la otra, permitiéndole quitármelas. Pero cuando pensé que se volvería a levantar, sentí una pequeña aireada en mi parte. X me separo las piernas, lo suficiente para colarse entre ellas. No pude oprimir el gemido que me provoco sentir su lengua en mi sexo. Era fría y yo caliente. Ambas húmedas, pero con ello, aumentaba esa humedad.

Mis manos se enredaron en su pelo, mientras disfrutaba de las sensaciones que me propinaba su lengua en todo mi cuerpo. Era excitante todo aquello, sobre todo, sentirle así. Pero no era tan perfecto cuando mis piernas empezaron a flaquear, a causa de la excitación, sentía que todo ardía, que quería que no parará, estaba llegando, iba a llegar, su lengua entraba y salía, haciendo círculos alrededor de mis labios, mientras dos de sus dedos entraban y salían de mí. Aquello era demasiado excitante, sobre todo cuando encontró el maldito clítoris. Aquello provoco un nuevo gemido en mí.

- X... -susurre con la voz que tenía.

- Dime, Z... -dijo lo más rápido y ronco que pudo para volver a jugar conmigo.

- Me voy a... -intentaba hablar, pero aquello era una holeada de placer.

- Córrete para mí, Z... -dijo de igual manera que antes, volviendo a jugar con mi sexo.

A los dos dedos, le acompaño un tercero, mientras que su lengua se centró en mi clítoris, haciendo que gimiera por el placer que me provocaba.

- X... -gemí, antes de que mis gemidos no me dejaran volver a pronunciar palabra, presa de la lujuria y la liberación de aquella pasión.

Deje de sentir su lengua, pero sus dedos siguieron entrando y saliendo, favoreciendo al clímax que me estaba provocando. Mis piernas temblaban, mientras me liberaba de aquellas llamas. Sentí su cuerpo volver a alzarse, posicionándose frente de mí. X volvió a apretar mi culo entre sus manos, para después bajar un poco más y alzarme en sus brazos. Sin pensarlo, me enrede en su cintura. Pero volví a sentir la fría puerta de hierro. Mis manos se enredaron en su pelo, apretando cuando sus labios me mordían por el hombro, avivando el calor de mi cuerpo. Mi cabeza se echó hacia atrás al sentir sus labios por la clavícula. Qué pena que en esta postura no llegue a mis pechos... Quería volver a sentir su lengua, sus labios, sus mordiscos y todo lo que ello implica.

Me empecé a restregar contra él, haciéndole saber que era lo que quería. Y sabía que el tambien lo quería, su bulto en aquellos pantalones, me lo demostraba. Pero odiaba tenerlo tan cerca y no poder sentirlo.


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