Vampiro, vampiresa y humana/vampiresa. 4º

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Me dejo caer entre los brazos de ellos, cuando eso se culmina.

- Bien hecho... -dice él.

- Ahora, serás nuestra. -gruñe ella y siento entonces sus manos en mi cuello.

- ¿Qué? -es lo único que consigo decir, hasta que siento como mi cuello gruje y todo se vuelve negro.



Todo se vuelve anómalo, fuliginoso, inmutable. No siento mi cuerpo, no concibo mis sentidos, todo se ve negro, no soy ni siquiera consciente de cómo me encuentro. Siento que revivo, que me desplazo en la oscuridad que me rodea.

- Despierta, pequeña. –escucho una voz femenina, muy familiar. Se escucha lejos, pero siento su cuerpo cerca del mío.

Comienzo a sentir mi cuerpo, me encuentro tendida, boca arriba, semidesnuda. Siento una de sus manos mimar mí piel, mi abdomen, pero no solo siento mí piel, siento su piel como me adula. Es extraña la sensación.

Las imágenes empiezan a volver a mí. El placer, la lujuria, los colmillos, sangre... Recuerdo sentirles, pero ahora le siento, le siento como si fuera yo.

- Vamos, pequeña. Tendrás hambre. –ronronea de nuevo ella, siento como su mano se desliza por mi rostro, bajando entre mis senos.

Sus caricias son suaves, calmadas, cariñosas. Y da en el clavo, siento como mis entrañas gruñen de hambre. Pero necesito energía, siento que me quedo sin ella.

- Ten, bebe un poco, ya verás cómo recuperas energía. –me susurra acercando algo caliente a mis labios.

Simplemente obedezco, no puedo negarme. No puedo apartar la cabeza, tampoco, ya que el olor de lo que sea que me acerca me da más hambre, me hace gruñir de hambre. Bebo, y el caliente liquido entra en mis fauces. Sangre. Es sangre, la saboreo, lo poco que he sido capaz de administrarme inconscientemente, me ayuda a recobrar fuera y energía, y es entonces cuando puedo abrir los ojos. La luz me hace cerrarlos de golpe, la luz del lugar es demasiado fuerte para mis dormidas pupilas.

- Hola. –dice ella con una sonrisa de satisfacción.

Empiezo a ser consciente, verdaderamente de todo, no solo del placer, si no, del grujido de cuello. Un dolor puntiagudo me martiria entonces, en esa zona que fue quebrada.

- ¿Dó-Dónde estoy? –digo entre quejidos.

- Seguimos en mi casa. –dice ella, acomodándose en el colchón junto a mí. –Bueno, nuestra casa ahora. –dice con una sonrisa traviesa.

Me desconcierta, sus últimas palabras me nublan y no comprendo que quiere decir.

- ¿Nuestra casa? –digo alarmada.

- Claro, preciosa. Ahora eres como nosotros, ahora eres nuestra. –dice sonriendo, apoyándose en sus brazos para mirarme más de cerca.

Su cuerpo se retuerce como serpiente, deslizándose, tentándome y provocante. Mis ojos se abren como orbes al admirarla. Ella me nubla la mente, con sus palabras, con su cuerpo, con sus movimientos. Con sus caricias de ahora.

- ¿Y...? –digo entre cortada. - ¿Y eso qué implica? –digo cerrando los ojos al sentir su mano acariciando entre mis muslos.

- Que... Podemos hacer lo que plazca contigo. –dice con ronquera, mientras siento el primer dedo introducirse en mi interior.

Oprimo un gemido de placer al sentirla. Su mano es fría, y mi interior es caliente.

- Debes beber más, o no culminaras la transformación. Ahora solo eres medio vampiro, has de beber. –me dice mientras su mano empuja y sale de mí. – Aunque, así, caliente y ardiente, me gustas más. –gruñe introduciendo dos dedos entonces.

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